Infinidades de veces me he preguntado ¿Qué vuelve
adinerados y muy adinerados a ciertos comerciantes? Es algo demasiado sencillo,
y resulta increíble pensar que todo este tiempo hemos vivido una variante
degenerada de lo referido por Epicuro. Lo he mencionado antes, y no me
canso de repetirlo. El ser humano que tiene problemas mentales y/o
espirituales, trata de satisfacerse por el aspecto físico, la carnalidad y la
concupiscencia. Lo cual implica satisfacer las bajas pasiones y el
cuerpo. Mientras más dolorosa es nuestra herida a nivel abstracto (mente
y espíritu) más desenfreno le aplicamos a lo concreto, a lo físico ¿Por qué?
Por la universal ley de la compensación (Ver el asunto de la bomba de sodio y
potasio, y el proceso de ósmosis celular) porque todo en la naturaleza tiende a
un equilibrio. El desequilibrio convirtiéndose en equilibrio le llamamos
vida y el equilibrio convirtiéndose en desequilibrio le llamamos muerte. Aunque
suene estúpido, cuando vemos a una persona descompensada, descontrolada,
desequilibrada, estamos presenciando una desesperada acción por retomar el
equilibrio (o el proceso inverso, al abandonar el equilibrio, se abandona una
desequilibrio para encontrar otro equilibrio, en círculo, como ambas partes de
un ciclo) Lo que ocurre es que, enfocamos mal el origen de nuestro dolor,
de nuestro vacío, de nuestro fallo e intentamos suplirlo equivocadamente.
¿Cómo podríamos llenar un hueco mental o espiritual, con objetos materiales?,
no hay forma, pero la necesidad de compensar se mantiene. Y en esa
necesidad de compensar, con efecto subsecuente en la búsqueda equivocada, nacen
los apegos, las dependencias, los vicios.
Vender cosas enfocadas a los famosos siete
pecados capitales envicia más al cliente, lo enferma más, pero
proporcionalmente nos enriquece más. De allí que muchos comerciantes no
puedan separarse, librarse del espectro fatal que deja su prosperidad sobre
ellos mismos. Les da ansiedad, dolor de cabeza, intranquilidad, depresión,
nerviosismo, histeria, rabia, insomnio, porque reciben sobre ellos todo el mal
que les han hecho a los demás enriqueciéndose. Y lo reciben ellos y
sus compinches, precisamente como efecto natural de la misma ley de
compensación que los ha ayudado a enriquecerse. Si das tormento,
recibirás tormento en cualquier de sus formas. La manera más fácil de
enriquecerse es explotar algún vicio, dada la oportunidad (oportunidad de
tantas aquellas que jamás faltan, porque son propiciadas por esos individuos
que jamás faltan en función al desequilibrio y la constante afectación de la
ley de compensación) Quien vende sexo (prostitutas, prostitutos,
pornografía, degeneración) se enriquece de los lujuriosos. Quien vende
comida, se enriquece de los gulosos.
Quien vende inversiones (dinero) se enriquece con
los avaros. Quien vende comodidad, se enriquece de los perezosos.
Quien vende disgustos, se enriquece con los iracundos. Quien vende
belleza, se enriquece con los envidiosos o acomplejados, cobardes y
mediocres. Quien vende poder, se enriquece con los soberbios,
acomplejados, golpeados, débiles, miedosos, cobardes, megalómanos, egoístas y
egocéntricos. No hay nada de malo en el sexo, la comida, dinero,
comodidad, belleza, e inclusive disgusto o poder. Incluyo el disgusto y
el poder, porque el disgusto puede ser una reacción válida ante algo que nos
afecta negativamente (inclusive nuestra supervivencia), e incluyo el
poder porque con poder se resuelven problemas o dificultades individual y
masivamente (no así como efecto del sometimiento y/o la explotación) El
problema lo hace el desequilibrio sobre cualquiera de estos rubros, y de dicho
desequilibrio nace el enriquecimiento brutal de algunos comerciantes o
empresarios. Eso se llama, lucrar con la desgracia humana y no requiere
mayor habilidad intelectual, mental o física, sólo un buen olfato para las
debilidades, padecimientos, enfermedades y dolores humanos. El asunto
aquí no se trata del comercio en sí, ni de los productos o servicios en venta,
sino de la utilización, manipulación y lucro que se le da a los mismos.
Habría que ver un poco los comerciales: “Tú
tienes que tenerlo”, “No te lo puedes perder”, “Llama ya”, “Tú te lo mereces”,
esta infinidad de eslogan publicitario que mantienen a la humanidad en un
estado constante de ansiedad y desequilibrio, girando a velocidades enormes en
la búsqueda de un equilibrio que jamás llegará. Y jamás llegará porque
entre tanto desenfreno, nos OCULTAN o nos ayudan a mantenernos EVADIDOS de la
causa original que nos ha llevado a ese desenfreno, a ese desequilibrio.
Porque si pudiéramos ver la causa inicial, dejaríamos de “comprar cosas” y
enriquecer al negociante inescrupuloso. Así que, es conveniente mantener
entretenido al cliente, al afectado, que no piense, que no realice ningún tipo
de introspección (de allí los eslogan para jamás estar solo, vivir siempre en
la masa en el grupo, en la manada donde somos perfectamente manipulables)
porque podríamos contemplarnos a nosotros mismos y volvernos independientes de
nuestras debilidades y de quien nos suple de placer. La distracción tiene
que ser bastante buena, y el proceso de distraerse bastante emocional (jamás
racional) y muy efímero (rápido, para reforzar la dependencia)
Como dije al inicio de este escrito, la gran
mayoría de los problemas humanos son MENTALES y ESPIRITUALES. En
consecuencia, para sanarlos no hay que mirar hacia fuera, hacia los demás, sino
hacia dentro, hacia uno mismo. Para ello requerimos una buena dosis de
AMOR hacia uno mismo (de allí que nos mantengan entretenidos con un concepto
prostituido y altamente comercializado, sobre un amor ficticio del cual sólo se
trata de complacer al otro, sin entenderse primero uno mismo como individuo, y
un pánico casi somático a la soledad) Hay que eliminar el ruido
externo, y aprender a escuchar nuestro sonido interno. Una vez
subsanados aquellos males o vacíos internos, la dependencia, el desequilibrio y
la distracción se desharán instantáneamente (aunque nos parezca así, el este
proceso no será tan automático porque en el transcurso del saneamiento
interior, vamos prescindiendo de las conductas que nos han mantenido enfermos,
y por ende, de los medicamentos, remedios o placebos que nos han dado) Se
requiere un poco de valor, temple y coraje para criticarse a uno mismo,
muchísimo más del que utilizamos para criticar al resto. Pero, al final
de cuentas, repito, lo que nos dará esa fuerza y ese valor es el AMOR que
aprendamos a tenernos a nosotros mismos, de la auto contemplación.
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