La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Vivir sin esperar, no desespera, sólo calma.


Me ha generado mucho dolor en la vida esperar por otros. ¿O acaso se puede vivir sin esperar nada de nadie, ni de nada?.  Supongo que estaré por adivinarlo.  Estar consciente duele, hasta cierto punto hace que la vida duela un poco.  Supongo que tal será el costo de tener los ojos abiertos, por lo demás, es sumamente agradable comprobar que nada de lo que creemos nos causaría dolor, si en realidad no dejamos que sea así.  Supongo que de eso se trata el libre albedrío, y como en todo, ha de tener sus pros y contras.  Ser libre implica no atarse a uno mismo, porque a través de uno mismo nos atamos a los demás.  Es algo de lo que he escrito muchísimas veces, es algo que no es propiedad intelectual mía, lo han dicho muchos sabios y filósofos de todas las épocas de la humanidad.  Sin embargo, experimentarlo en carne propia es tan doloroso y tan agradable a la vez, saber que la libertad, después de la vida, es el don más preciado que pudo obsequiarle Dios al hombre.  Y con esa libertad va el discernimiento, y con el discernimiento va el dolor de la separación.  Separarse de las cosas, de la gente, del mundo cuesta, pero a la vez uno es libre para poder ser…UNO MISMO.  Como criatura de Dios, como ser de la creación.  Pero cuesta.

Sí, hace poco descubrí, casi con todo mi ser, que varias personas cercanas me odiaban.  Aunque no entendía  por qué. Me hizo verlo un compañero de trabajo, cuando, en una reunión con la jefa del departamento, vomitó tanto rencor e ira hacia mí.  Pude rebatirlo, de hecho sus apreciaciones eran totalmente personales, subjetivas, nada laboral.  Pude deshacerlo en cadencia, vocabulario, técnicas de discusión y razón, pude reducirlo, destruirlo.  Sin embargo, al verlo quejarse de mí, no por lo que decía, ni cómo lo decía, vi en él otras tantas personas sufriendo del mismo veneno hacia mi persona.  Inclusive, en tiempos diferentes y lugares distantes entre sí, pude escucharlo textualmente, utilizar las mismas palabras que otros de mis frustrados enemigos del pasado.  De alguna manera sentí pena por él, por lo que sentía, de alguna manera agradecí que me hablara de esa forma y vomitara tanta ira contra mi persona.  De alguna manera supe que lo había estado dañando durante varios años.  Y pude haber pensado que se trataba de otro resentido más, de aquellos que se adhieren al camino de cualquier aventajado, para luego excretar odio, resentimiento, frustración y maldad.  Sin embargo, utilizó las mismas palabras de otros, que ni siquiera le conocían.  ¿Por qué tanta repetición de aquello en mi vida?...y pude verlo porque recién empiezo a estar despierto.  Entonces tuve que racionalizar su ira, y ayudarle a que terminara de verterla.  Lo seguí azuzando en mi contra, para que soltara el rencor.

A la gente no le gusta la verdad, la persona prefiere vivir engañada.  Todos quieren escuchar cosas que “le sepan” bien.  Y resulta que yo a veces soy tan bueno diciendo las verdades ajenas (repito, ajenas) que, es cierto, con el tiempo me he convertido en un ser odioso.  Odioso porque no hipócrita.  El hipócrita y el odioso (odioso por honesto) tienen algo en común, de una u otra forma se ven seriamente afectados por las realidades que les rodean y cada cual canaliza a su estilo.  El hipócrita eleva una máscara enorme para luego esconderse y  hablar mal tras ella.  El odioso sólo habla, habla e insiste en hablarles a todos,  lo doloroso de sus diferentes verdades. ¿Pero, será su verdad, la verdad de todos?  ¿Qué es mejor?.  No, no soy hipócrita, pero tal vez sí me he convertido en un ser odioso.  Y eso es tan cierto como la luz del amanecer, lo siento porque eventualmente yo me odio a mí mismo.  Aunque tal vez no a mí, sino a la frustración, a lo aplastante, a lo destructiva que se ha vuelto la sociedad humana, lo vacua, lo falsa, hedonista,  precisamente lo hipócrita, y mi persona también, como reflejo de todo lo que le rodea.  Sí, la gente ama a los hipócritas que por caer bien, dicen mentiras.  Sí, la gente odia a los odiosos, que caemos mal por decir verdad.   Y el mundo, la sociedad, los países son del mentiroso hipócrita bien hablado, o del honesto odioso mal hablado (todo sea según el tiempo y espacio que toque en aquella fracción de humanidad).   

Pero hay algo más, ¿Qué da el derecho al odioso de cantar verdades dolorosas, a diestra y siniestra?.  Nada.  Primero que todo, la verdad universal no existe, ni para el hipócrita, ni para el odioso. ¿Por qué?  Porque cada uno aprecia un sabor diferente de cada realidad, y cada cual la aprende al propio tiempo y destiempo.  Ni el odioso con su verdad, ni el hipócrita con su gustoso engaño, pueden cubrir la verdad de un ser en específico.  Porque la verdad se adapta a cada sabor, a cada individuo.  Atentar contra la diversidad de forma tal que se quiera establecer una verdad única para cada individuo, cual receta médica (que ni aún así, afectan todas por igual a todos los pacientes) es atentar contra la diversidad, es atentar contra la Creación, es atentar contra el Creador, es atentar contra la vida. Luego, ¿Podría yo quejarme de la suerte que recibo como resultado de mi accionar?.  ¿Podría entonces quejarse también el hipócrita, del fruto que le dan sus mentiras?.  No. No, porque forzamos la libre naturaleza del ser, de cada ser, a veces por sugerir mentiras, o a veces por imponer verdades.  En consecuencia, claro que nos dolerá la respuesta que cada cual tenga hacia nosotros.  Ya fuera por simple apego al mundo, o por simple Karma.

Queda mejor pues, ser prudente al opinar, y observador de las diversas naturalezas humanas, y principalmente de la propia.  Ni depender de la respuesta de cada cual, eliminar cualquier vínculo negativo o positivo que nos ate a cualquier persona o a cualquier cosa.  Ser libre tomando conciencia y responsabilidad de qué o quién nos afecta, poder elegir sobre nosotros mismos evitando ir contra natura en cada tiempo-espacio.  Y finalmente respetar el derecho de cada uno a ser o no ser, a equivocarse o acertar, a vencer o perder.  Porque cada cual tiene sus verdades, su ley, su vida y nosotros la nuestra muy particular.  En consecuencia, habremos de vivir tratando de entendernos aún más, cada día más a nosotros mismos, y simultáneamente tratando de no afectar a nadie más en la trascendencia de sus decisiones, opiniones, sentimientos o acciones.  Ser libre sabiendo cómo serlo, y respetando la libertad ajena, en base al principio de la universalidad.  Del Dios que vive en nosotros, y sobre el Dios en que vivimos. Siendo parte armoniosa de su Creación, no así co-dueños de la misma, tal y como nos ha hecho creer históricamente, el espíritu depredador humano.

viernes, 27 de enero de 2012

Pobre riqueza humana

Infinidades de veces me he preguntado ¿Qué vuelve adinerados y muy adinerados a ciertos comerciantes? Es algo demasiado sencillo, y resulta increíble pensar que todo este tiempo hemos vivido una variante degenerada de lo referido por Epicuro.  Lo he mencionado antes, y no me canso de repetirlo.  El ser humano que tiene problemas mentales y/o espirituales, trata de satisfacerse por el aspecto físico, la carnalidad y la concupiscencia.  Lo cual implica satisfacer las bajas pasiones y el cuerpo.  Mientras más dolorosa es nuestra herida a nivel abstracto (mente y espíritu) más desenfreno le aplicamos a lo concreto, a lo físico ¿Por qué? Por la universal ley de la compensación (Ver el asunto de la bomba de sodio y potasio, y el proceso de ósmosis celular) porque todo en la naturaleza tiende a un equilibrio.  El desequilibrio convirtiéndose en equilibrio le llamamos vida y el equilibrio convirtiéndose en desequilibrio le llamamos muerte. Aunque suene estúpido, cuando vemos a una persona descompensada, descontrolada, desequilibrada, estamos presenciando una desesperada acción por retomar el equilibrio (o el proceso inverso, al abandonar el equilibrio, se abandona una desequilibrio para encontrar otro equilibrio, en círculo, como ambas partes de un ciclo)  Lo que ocurre es que, enfocamos mal el origen de nuestro dolor, de nuestro vacío, de nuestro fallo e intentamos suplirlo equivocadamente.  ¿Cómo podríamos llenar un hueco mental o espiritual, con objetos materiales?, no hay forma, pero la necesidad de compensar se mantiene.  Y en esa necesidad de compensar, con efecto subsecuente en la búsqueda equivocada, nacen los apegos, las dependencias, los vicios.


Vender cosas enfocadas a los famosos siete pecados capitales envicia más al cliente, lo enferma más, pero proporcionalmente nos enriquece más.  De allí que muchos comerciantes no puedan separarse, librarse del espectro fatal que deja su prosperidad sobre ellos mismos.  Les da ansiedad, dolor de cabeza, intranquilidad, depresión, nerviosismo, histeria, rabia, insomnio, porque reciben sobre ellos todo el mal que les han hecho a los demás enriqueciéndose.   Y lo reciben ellos y sus compinches, precisamente como efecto natural de la misma ley de compensación que los ha ayudado a enriquecerse.  Si das tormento, recibirás tormento en cualquier de sus formas.  La manera más fácil de enriquecerse es explotar algún vicio, dada la oportunidad (oportunidad de tantas aquellas que jamás faltan, porque son propiciadas por esos individuos que jamás faltan en función al desequilibrio y la constante afectación de la ley de compensación)  Quien vende sexo (prostitutas, prostitutos, pornografía, degeneración) se enriquece de los lujuriosos.  Quien vende comida, se enriquece de los gulosos.  


Quien vende inversiones (dinero) se enriquece con los avaros.  Quien vende comodidad, se enriquece de los perezosos.  Quien vende disgustos, se enriquece con los iracundos.  Quien vende belleza, se enriquece con los envidiosos o acomplejados, cobardes y mediocres.   Quien vende poder, se enriquece con los soberbios, acomplejados, golpeados, débiles, miedosos, cobardes, megalómanos, egoístas y egocéntricos.  No hay nada de malo en el sexo, la comida, dinero, comodidad, belleza, e inclusive disgusto o poder.  Incluyo el disgusto y el poder, porque el disgusto puede ser una reacción válida ante algo que nos afecta negativamente (inclusive nuestra supervivencia),  e incluyo el poder porque con poder se resuelven problemas o dificultades individual y masivamente (no así como efecto del sometimiento y/o la explotación)  El problema lo hace el desequilibrio sobre cualquiera de estos rubros, y de dicho desequilibrio nace el enriquecimiento brutal de algunos comerciantes o empresarios.  Eso se llama, lucrar con la desgracia humana y no requiere mayor habilidad intelectual, mental o física, sólo un buen olfato para las debilidades, padecimientos, enfermedades y dolores humanos.  El asunto aquí no se trata del comercio en sí, ni de los productos o servicios en venta, sino de la utilización, manipulación y lucro que se le da a los mismos.


Habría que ver un poco los comerciales: “Tú tienes que tenerlo”, “No te lo puedes perder”, “Llama ya”, “Tú te lo mereces”, esta infinidad de eslogan publicitario que mantienen a la humanidad en un estado constante de ansiedad y desequilibrio, girando a velocidades enormes en la búsqueda de un equilibrio que jamás llegará.  Y jamás llegará porque entre tanto desenfreno, nos OCULTAN o nos ayudan a mantenernos EVADIDOS de la causa original que nos ha llevado a ese desenfreno, a ese desequilibrio.  Porque si pudiéramos ver la causa inicial, dejaríamos de “comprar cosas” y enriquecer al negociante inescrupuloso.  Así que, es conveniente mantener entretenido al cliente, al afectado, que no piense, que no realice ningún tipo de introspección (de allí los eslogan para jamás estar solo, vivir siempre en la masa en el grupo, en la manada donde somos perfectamente manipulables) porque podríamos contemplarnos a nosotros mismos y volvernos independientes de nuestras debilidades y de quien nos suple de placer.  La distracción tiene que ser bastante buena, y el proceso de distraerse bastante emocional (jamás racional)  y muy efímero (rápido, para reforzar la dependencia)


Como dije al inicio de este escrito, la gran mayoría de los problemas humanos son MENTALES y ESPIRITUALES.  En consecuencia, para sanarlos no hay que mirar hacia fuera, hacia los demás, sino hacia dentro, hacia uno mismo.  Para ello requerimos una buena dosis de AMOR hacia uno mismo (de allí que nos mantengan entretenidos con un concepto prostituido y altamente comercializado, sobre un amor ficticio del cual sólo se trata de complacer al otro, sin entenderse primero uno mismo como individuo, y un pánico casi somático a la soledad)  Hay que eliminar el ruido externo,  y aprender a escuchar nuestro sonido interno.  Una vez subsanados aquellos males o vacíos internos, la dependencia, el desequilibrio y la distracción se desharán instantáneamente (aunque nos parezca así, el este proceso no será tan automático porque en el transcurso del saneamiento interior, vamos prescindiendo de las conductas que nos han mantenido enfermos, y por ende, de los medicamentos, remedios o placebos que nos han dado)  Se requiere un poco de valor, temple y coraje para criticarse a uno mismo, muchísimo más del que utilizamos para criticar al resto.  Pero, al final de cuentas, repito, lo que nos dará esa fuerza y ese valor es el AMOR que aprendamos a tenernos a nosotros mismos, de la auto contemplación.   

lunes, 16 de enero de 2012

Cuando nacen los eruditos y mueren los sabios

Yo he tenido una comunicación con Dios, desde que tengo uso de razón, de carácter vital e inmediato (que sepa, no soy esquizofrénico ni nada por el estilo).  No sólo lo he contactado para solicitarle favores, sino también para solicitarle vida, fuerza, de TODO.  Trato de no pedirle dinero ni cosas materiales, como si Dios fuera el genio de la botella, un mandadero, una financiera o algo por el estilo.  No, mi concepto del Creador  trasciende dicha intención.  Tanto así, que de no haber tenido esa comunicación a la que me refiero (su respuesta inmediata) me hubiera ahorcado en la adolescencia, dado que  mi sola mente me abruma y no pocas veces.  Para mí Dios es real, vive hasta en los “NO” que me da la vida.  Lo he sentido vivo y activo tanto en las alegrías, como en pleno dolor.  En lo simple, desde conseguir estacionamiento, hasta en lo crucial (la muerte de seres queridos) 

Ahora bien, tampoco lo concibo como lo plantean las religiones.  Muchas de las cuales han prostituido su concepto.  Desde semejante punto, yo podría parecer ateo.  Existe cierto misticismo a través del cual, uno como humano, puede acceder a Dios.  Sólo es cosa de sentirlo vivo,  muy aparte de la comprobación, el  razonamiento y  la ciencia.  Para mí es difícil hablar de esa forma, porque cada vez que lo hago,  tengo que sustentar lo que digo e inmediatamente ocurre algo que me pone a prueba.  La fe es más personal que la ropa interior de cada individuo.  Aunque uno la lleva puesta, nadie más tiene que conocerla.  Por eso no le predico a nadie, porque es difícil tener fe y aceptar lo innegable, aunque suene demasiado sencillo de hacer.  Yo no creo en letra muerta, ni en oraciones repetitivas, ni en un cuadro o dibujo o imagen.  Pero sí creo que hay algo junto a mí, en todo lo que hago, que siempre me lleva (y siempre me ha llevado) por el mejor de los caminos.  Cuando era muy chico, una vez desperté y vi a un sujeto sentado en el borde de mi cama, envuelto en una túnica blanca, básicamente en posición fetal.  Sentado medía dos metros y medio, aproximadamente. Era enorme, pero no hacía ni decía nada, sólo estaba sentado allí, al lado mío.  Me asusté tanto cuando lo vi, que cerré los ojos y los abrí tres veces, me pellizqué para saber si dormía, e igual continuaba viéndolo.  A la cuarta vez ya no estaba.  De igual forma, aunque parezca tonto o inventado, recuerdo perfectamente una tremenda oscuridad y yo despertando a ella, diciéndome a mí mismo con voz de adulto: “Aquí estás de nuevo, vamos a ver qué hacemos mejor ahora”.  También recuerdo las voces de mis padres, desde la penumbra del vientre de mi madre.  Mi vida ha estado rodeada de tanto misticismo, que negarlo sería tremenda estupidez.  Pero tampoco aseveraría que jamás pudo ser de otra forma.

A mi parecer no todo es carne y sentidos, hay un espíritu y vive sobre la carne, sobre la mente.  Lo digo porque lo he vivido, lo he sentido.  Y esa parte mía es la que toca a Dios, y me hace entender sus respuestas, su silencio, su negación y su Gracia, en todo caso siempre mejor para mi vida.  No es cosa de sacerdotes, monjas, gurús, maestros, predicadores o lo que sea, es cosa de vida, de práctica, de uno mismo.  ¿Podemos entender a Dios?, NO.  Y no es cosa de ignorancia o falta de evolución, o capacidad limitada de razonamiento, es simplemente el HECHO QUE NOS MANTIENE VIVOS.  En alguna parte nuestra lo vivimos, nos integramos a Él.  Pero no podemos comprenderlo, por lo menos no dentro de la abstracción existencial que llamamos individuo o conciencia.  Dios no se entiende conscientemente, sino integralmente, siendo parte de Él.  Dios no se entiende, sólo se siente, se vive.  Nos arrancan de Él cada vez que nacemos, es decir: Morimos al “todo” y nacemos al “algo”.  Pero toda la vida se trata de regresar a Él.  Tal vez esa sea la esencia del conflicto y dolor en la vida humana, rechazar nuestra naturaleza divina, nuestra esencia vital, nuestra parte del todo.   Vivir a Dios, tan sólo se trata de integrarse a su creación, desde una hormiga, pasando por las piedras, plantas, animales, enemigos, seres queridos y resto humano.  Integrándome a él, o tratando de hacerlo en los sueños y en la vigilia mediante el pensamiento.  

El razonamiento es una cuestión meramente humana, no así divina.  La única razón de ser de nuestro razonamiento, es “ser” para integrarnos vital y conscientemente a TODA la creación.  Lo que nosotros llamamos “nuestra realidad”, no es más que la virtualización del TODO (Dios y su Creación) personalizada a nosotros mismos, como protagonistas cada uno de su propia vida.  Esta abstracción de TODO (la creación) y su posterior integración al UNO (nosotros mismos) sólo se logra a través del pensamiento.  Pero la utilizamos exactamente para lo contrario, separarnos de Dios y su creación.  E inclusive, en el intento de “entender a Dios”, menos lo experimentamos, porque más queremos pensarlo y en el evento, menos lo vivimos.  El asunto parece tan simple, como solamente VIVIRLO a través de su Creación, uniéndonos a ella mediante el pensamiento.  Como el lunar que de pronto nos aparece en la mano.  La mano es Dios, nosotros el Lunar.  El lunar puede que no conciba a la mano (como nosotros podríamos no concebir a Dios) porque está INMERSO en ella (porque vivimos inmersos en Él)  Puede que el lunar llegase a “negar” a la mano (como nosotros a Dios) puede que no la vea (como nosotros no vemos a Dios) puede que no la entienda (como nosotros no entendemos a Dios) pero nada de eso cambia el hecho de que el lunar está INMERSO en la mano (y nosotros en Dios)  Sin embargo, si yo tomo una aguja y pincho al Lunar, de seguro que ambos, Lunar y mano (individuo y Dios) lo sentirán.  Dios nos siente, aunque nosotros no lo entendamos, y nosotros podemos vivirlo sin necesidad de entenderlo.  Porque, de una u otra forma, somos parte suya, querámoslo o no.

Dios es tan grande que todas las religiones y el razonamiento humano junto es demasiado pequeño, para si quiera aspirar a entenderlo.  Así que, reducirlo a una dote neuronal sobre nutrida, es minimizarlo a nuestras proporciones.  Ahora, mucho peor resulta negarlo.  ¿Por qué negar lo que no entendemos?  Lo cual no implica que corramos a “creer en la magia y la superchería”.  La magia y la superchería, no son más que vanos y patéticos intentos humanos de  ser como Dios.  Si pudiéramos vivirlo a través de su creación, no necesitaríamos entenderlo o intentar ser como Él, porque sabríamos que definitivamente Él es nosotros, y nosotros somos Él.  Todo eso ocurre por  nuestra incapacidad de vivir a Dios, o de no poder vivir en Él.  En ese momento nacen los eruditos y mueren los sabios.  Así es cómo se enriquecen los falsos profetas, fariseos y brujos, de la frustración humana al tratar de entender, o de ser lo que lo sostiene.  No así de “ser en” lo que lo que lo sostiene, o vivir dentro de lo que lo sostiene.  NO SOMOS Dios, somos parte de Él, y ya con eso es suficiente.  


miércoles, 11 de enero de 2012

El producto más refinado de nuestra evolución


Cuando era adolescente, llegó a mi oído una canción muy pegajosa, había algo en ella que me atraía con mucha fuerza.  A medida que fui madurando, llegué a creer que era el ritmo de la melodía, bastante sencillo, tribal por no decir primitivo, un toco marcial, cuasi fúnebre.  Luego pensé que era la combinación instrumental, una mezcla de cuerdas, percusión básica, sintetizador y la oportuna intervención de quien la canta.  Ahora, de adulto, descubro que hay algo más allá que el ritmo y la musicalización de dicha melodía, que siempre (desde mi adolescencia) me ha llamado poderosamente la atención.  Me refiero A LA LETRA, más específicamente al coro de la canción: Sweeth Dreams del grupo Eurithmics.  El tiempo pasa, y esa canción ha sido catalogada como un clásico moderno de la música.  Combina las tres cosas necesarias para lograr un éxito ancestral: Ritmo, musicalidad y letra.  Pero por qué la letra, porque describe de una manera muy sencilla la complejísima naturaleza del ser humano.

Tan sencillo como esto:
Sweet dreams are made of this
Who am I to disagree?
Travel the world and the seven seas
Everybody's looking for something
Some of them want to use you
Some of them want to get used by you
Some of them want to abuse you
Some of them want to be abused
Traducido a algo así:
Los dulces sueños están hechos de esto (ha de referirse a la vida)
Quién soy yo para estar en desacuerdo.
Yo viajé por el mundo y los siete mares.
Todo el mundo está en busca de algo.
Algunos de ellos quieren usarte.
Algunos de ellos  quieren ser usados por ti.
Algunos de ellos quieren abusarte.
Algunos de ellos quieren ser abusados.

Y esa es toda la conducta natural del ser humano.  Del simple acto de la procreación en adelante, es una simple manifestación de sometimiento.  La hembra es penetrada por el macho y queda fecundada, si el tiempo es apto.  Y así es todo en la vida, hombres sometiendo a hombres, y cuando digo hombres me refiero indistintamente a hombres y mujeres.  Lo vemos inclusive, cuando el espécimen está muy chico, ya fuera en desarrollo, lo que comúnmente llamamos NIÑO. El hombre cuando es niño, suele ser posesivo, egoísta, egocéntrico, con leve tendencia a la violencia. El hombre en época de pubertad, adolescencia y juventud temprana, es bastante cruel para con el prójimo.  Frecuentemente se conforman grupos de segregación, maldades, daño y sometimiento hacia los menos favorecidos.   Estas actitudes deben desaparecer cuando el individuo crece, se hace responsable y crea conciencia como humano.  Sin embargo, eso no ocurre así, dichas malas actitudes se ven frecuentemente fortalecida por  el ambiente que le rodea, el mal proceder de sus padres, maestros, amigos etc. Quitando el lado de la ingenuidad, por inexperiencia de vida, observamos en el humano,  claramente cierta tendencia natural al someter, o a ser sometido.  La única diferencia entre un adulto y un niño, es que el adulto ha vivido mucho más y conoce muchas formas de dañar, someter y destruir a su compañero.  Esto se ve en el ambiente natural del humano, en la convivencia más íntima y personal, se traduce a una forma de imposición.  El ser humano pareciera ser incapaz de concebir placer, o satisfacción, fuera de cualquier forma de maltrato, imposición o sometimiento.  Los maridos quieren someter a las mujeres eventualmente mediante la fuerza, las mujeres intentan someter a los hombres mediantes el arte amatorio.  Los jefes someten a los subalternos y los subalternos someten a sus hijos.  El civil trata de someter al oficial, o el oficial al civil.  El político somete al ciudadano, y el ciudadano eventualmente gusta de ser sometido, hasta que por Democracia, se rotan los papeles y quien somete pasa a ser sometido.  La iglesia, la escuela, los trabajos, todas las instituciones sociales disfrazan de “orden” o disciplina, reglas, a diversos niveles institucionalizados de sometimiento, que mal que bien denominamos sistemas.  Y en resumidas cuentas, entre tanto someter y ser sometido, estos códigos de ética y moralidad, sólo nos permiten “sobrevivirnos” a nosotros mismos, para no terminar matándonos entre nosotros ya fuera por poder, placer, supervivencia o lo que sea, de cualquier forma, como BESTIAS y bárbaros.  Lo que llamamos civilización, no es más que un esquema pausado y rotativo para someter y ser sometido, pero, al final de cuentas siempre ligado al sometimiento.  Podemos disfrazarlo de términos, racionalizar el punto o santificarlo, al final de cuenta seguimos siendo eso.  Como diría la canción:
Sweet dreams are made of this
Who am I to disagree?
Travel the world and the seven seas
Everybody's looking for something
Some of them want to use you
Some of them want to get used by you
Some of them want to abuse you
Some of them want to be abused

Es curioso, pero todas estas formas de sometimiento, pudieran interpretarse como una forma humana de mantener el control sobre lo que le rodea y sobre quienes le rodean.  Actitud por lo demás patética y ridícula, porque el ser humano vive inmerso en un ambiente sobre el cual no tiene control, ni siquiera de la mitad de los acontecimientos que pueden o no afectarle a cada momento.  Sin embargo, también existe la actitud de someter por mero asunto de placer, diversión u orgullo.  Y así como es en el individuo, así mismo ocurre con los pueblos, a nivel interno o externo.  Matándose entre ellos y matando a los demás, o, con la mejor suerte, aguantando el sometimiento o simplemente sometiendo.  ¡Qué triste!, que el ser humano se reduzca a un acto tan bárbaro, de violencia inherente y consecuente. ¿Nos faltará conciencia?...para vivir a la medida de nuestras proporciones, sin necesidad de tomar los derechos de otros, sin necesidad de que alguien venga a someternos, en el más vil intento de someter.  En lo personal, me harta la inconsciencia humana colectiva, y ese bajo nivel de comportarnos como peces o animales irracionales, o desalmados.  Que el pez grande se come al más chico, que el más fuerte somete al débil, etc.  Hemos pasado del sometimiento físico, a muchas otras formas más de sometimiento: Mental, emocional y eventualmente “seudoespirituales”.  Lo que importa es que haya gente a gusto con ser sometida, y otros satisfechos sometiendo.  Y aquel que levante su voz o cambie su actitud en señal de desacuerdo, o simplemente reconozca ya fuere su libre albedrío o el derecho a ser individuo, será brutalmente callado, eliminado o sometido, tanto por los que someten, como por los propios sometidos.

¿Acaso eso es lo máximo a lo que podemos aspirar como especie?, comer, suplir necesidades fisiológicas y someter en cualquiera de sus formas.  ¿Acaso tal será el producto más refinado de nuestra evolución?...No lo creo, el hecho de que seamos incapaces de concebirnos fuera de ello, aparentemente por un desperfecto quizás neuronal, no niega de facto que vivamos inmersos en circunstancias que nos dirigen masivamente hacia la superación como individuo primero, luego como especie.  En consecuencia, algún día veremos y podremos apreciar la grandeza que nos rodea sin necesidad de tener algo o a alguien a qué o a quién pisar.  Ese día seremos libres de amar y de sentirnos amados por los demás, por la creación y por nosotros mismos.  Pero el proceso de topar el amor verdadero, es un acto de introspección y madurez, de concienciación individual tal vez tan doloroso como largo,  que tampoco nos impide morir en el intento.  Es decir, cabe la plena posibilidad de que una vida no nos alcance para la realización personal, sin embargo hay que sufrirla, o mejor dicho: Hay que vivirla.  Y la mejor forma de no desfallecer en el intento, tal vez sea reconociendo que somos mucho menos de lo que creemos ser.  Delegándole dolor y fuerza a la vida misma, saboreando nuestras propias dificultades, amando nuestras virtudes, y, vivir, o mejor dicho, aprender a vivir en la simplicidad de un instante, muriendo al derecho de cada aliento y renaciendo al anverso, o cada mañana, confiándonos a la suerte del ser y del luego no ser hasta el final de los tiempos, los nuestros, los ajenos, los de todos.  Como lo ha querido el Creador, haciendo su Creación perfectamente infinita en lo finito que dura para siempre, porque no hay que entender para disfrutar, ni disfrutar para vivir, así que, qué más da hacerlo… mientras hacerlo nos mantenga vivos.  Cualquier cosa aparte del sufrimiento que no genera, ni da más que dolor, crudo dolor, puro dolor en su concepción misma, tan natural como ninguna otra cosa antes creada, o por crear.  Ese sufrimiento que refuerza también  las ganas de sufrir, tal vez sea natural pero jamás sano.  Someter y sentirse sometido es una actitud tan codependiente como enfermiza, que en cualquier lapso de nuestra vida como individuos o especie…será rota.

miércoles, 22 de junio de 2011

¿Inteligencia, marco o substancia?

Cualquier persona medianamente consciente de su capacidad intelectual, o que haya sido criada bajo el influjo de  un buen hogar,  podría percibir que nuestra sociedad parece estar pasando por un proceso de embrutecimiento severo y crónico.  Asociado a cierta irritabilidad e intolerancia, que nos ha vuelto mucho más violentos y reactivos.  ¿Acaso será un asunto de inteligencia, alguna forma de posesión demoníaca, pérdida de valores o qué?  Definitivamente (como ya lo he mencionado en otros escritos) al demonio  le conviene que la sociedad sea más estúpida y violenta, pero nadie (ni siquiera él mismo) puede forzarnos a tomar tal elección.  Desde luego que al vivir de esta forma, y asociados a mecanismos evasivos (vicios, miedos,  etc.) jamás percibiremos los efectos adversos, mediatos o intangibles (como el empresario que al no ser consciente de una pérdida inmediata, tampoco le interesa  saber cuánto ha dejado de ganar)  En consecuencia, amarga y duele menos  volvernos más estúpidos, evasivos  y violentos, que ser conscientes del proceso autodestructivo que venimos generando.  Al ser consciente y asimilar el dolor que ocasionan los demás (poner la otra mejilla) irremediablemente (directa o indirectamente) terminamos siendo conscientes del dolor que nosotros mismos ocasionamos (la paja en nuestro ojo)  Como consecuencia natural, al asumir el compromiso de dejar de ser y dejar de hacer lo mismo que hemos sido y  hemos hecho durante casi toda la vida, aprendemos a ser tolerantes con nosotros mismos y con el resto  (lo cual no significa “cargar” al prójimo)

Mi formación universitaria incluyó, entre otras tantas materias,  nueve físicas y siete matemáticas.  Me acostumbré a entender al mundo en función de números, letras o fórmulas.  Y llegué a pensar que “inteligente” era aquel que mejor manejaba las fórmulas.  Ahora reconozco que la auténtica inteligencia no es esa, y que a veces “las fórmulas” nos hacen más obtusos.  Eso es apenas el cascarón, como si yo dijera que el cabello es la cabeza, o los lentes mis ojos.  Tal es la razón por la que uno ve cualquier cantidad de personas humildes, sin preparación de ningún tipo,  que pueden considerarse naturalmente SABIOS. Lo que nuestra sociedad consumista y capitalista salvaje llama “inteligencia”, no es más que la substancia encerrada en el frasco (una actividad netamente mental)  Algunos han tenido oportunidad de desarrollarla más, y a ellos se les conoce como “inteligentes”.  Otros han engrosado más el frasco, impidiendo el desarrollo de la substancia, a estos se les conoce como “brutos”.  En esencia, no se trata de que unos sean más o menos inteligentes , sino del aspecto que han desarrollado más: La substancia o el frasco que la contiene. 

Cuando yo me refiero a la verdadera inteligencia, la inteligencia en acción (no la comercializada y prostituida) me refiero al envase y a su contenido.  La inteligencia en acción es un concepto vivo, no letra muerta (libros de matemática, física, química, contabilidad, leyes, deporte, arte o biología) ni experimentos en ambientes controlados (laboratorios) Me refiero a la inteligencia que no puede ser explicada, sólo vivida.  No es una receta universal o estándar, tampoco  es plana sino multidimensional (caótica) y propia a cada individuo (hay una específica para cada ser viviente, es Dios  manifestándose en cada parte de  la creación) La inteligencia de vida es una experiencia personal,  de cambio constante.  No puede transferirse entre individuos,  pero sí puede ser expresada y desarrollada en función de su contenido: substancia y marco (envase)   Actualmente la humanidad se enfoca a que el individuo “aumente la substancia” ignorando el marco de referencia.  Por tal razón, el ser humano no concibe su explotación intelectual completa y verdaderamente, tan sólo y apenas en función a preceptos muertos (bibliografía seca y educación ritual-monolítica)  Así vemos “genios frustrados” en todas las profesiones y lugares del mundo.  Es decir, seres inteligentes estrangulados por el marco referencial de su inteligencia. ¿Luego, qué constituye dicho marco?  La inteligencia en acción, como yo la concibo, es la integración consciente de la capacidad mental del individuo (mente) con su físico y emociones.  La substancia como tal, es únicamente la capacidad mental de cada individuo (sin su físico y sin sus emociones)  En consecuencia, el marco referencial estaría constituido por: cuerpo y emociones.  Yo diría que todos nacemos con igual cantidad de substancia y amplitud de marco (lo cual no implica límite al momento de ampliar las capacidades, tanto en el marco como en la substancia)

Las eventualidades y circunstancias en la vida de cada individuo determinan que tanto crecerá su substancia, o dicho de otro modo, se cerrará su marco.  Cuando hablo de evolución, me refiero a ampliar la inteligencia del individuo y su marco referencial simultáneamente.  Eso se logra alineando la mente del individuo con su emotividad y carnalidad, es decir, creando una persona ÍNTEGRA.  A tal punto,  la espiritualidad se devela y el conocimiento se le fusiona, el individuo se supera a sí mismo reconociendo su propia alma.  Sólo de esta forma el  humano será capaz de percibir la Inteligencia Primaria (Dios) y por Él integrarse naturalmente a la Creación (sin un pensamiento separatista, que genere ruptura con la naturaleza o tecnología de muerte) Hablo más específicamente de un ser infinitamente inteligente, el humano reabsorbido por su creador.