La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

miércoles, 22 de junio de 2011

¿Inteligencia, marco o substancia?

Cualquier persona medianamente consciente de su capacidad intelectual, o que haya sido criada bajo el influjo de  un buen hogar,  podría percibir que nuestra sociedad parece estar pasando por un proceso de embrutecimiento severo y crónico.  Asociado a cierta irritabilidad e intolerancia, que nos ha vuelto mucho más violentos y reactivos.  ¿Acaso será un asunto de inteligencia, alguna forma de posesión demoníaca, pérdida de valores o qué?  Definitivamente (como ya lo he mencionado en otros escritos) al demonio  le conviene que la sociedad sea más estúpida y violenta, pero nadie (ni siquiera él mismo) puede forzarnos a tomar tal elección.  Desde luego que al vivir de esta forma, y asociados a mecanismos evasivos (vicios, miedos,  etc.) jamás percibiremos los efectos adversos, mediatos o intangibles (como el empresario que al no ser consciente de una pérdida inmediata, tampoco le interesa  saber cuánto ha dejado de ganar)  En consecuencia, amarga y duele menos  volvernos más estúpidos, evasivos  y violentos, que ser conscientes del proceso autodestructivo que venimos generando.  Al ser consciente y asimilar el dolor que ocasionan los demás (poner la otra mejilla) irremediablemente (directa o indirectamente) terminamos siendo conscientes del dolor que nosotros mismos ocasionamos (la paja en nuestro ojo)  Como consecuencia natural, al asumir el compromiso de dejar de ser y dejar de hacer lo mismo que hemos sido y  hemos hecho durante casi toda la vida, aprendemos a ser tolerantes con nosotros mismos y con el resto  (lo cual no significa “cargar” al prójimo)

Mi formación universitaria incluyó, entre otras tantas materias,  nueve físicas y siete matemáticas.  Me acostumbré a entender al mundo en función de números, letras o fórmulas.  Y llegué a pensar que “inteligente” era aquel que mejor manejaba las fórmulas.  Ahora reconozco que la auténtica inteligencia no es esa, y que a veces “las fórmulas” nos hacen más obtusos.  Eso es apenas el cascarón, como si yo dijera que el cabello es la cabeza, o los lentes mis ojos.  Tal es la razón por la que uno ve cualquier cantidad de personas humildes, sin preparación de ningún tipo,  que pueden considerarse naturalmente SABIOS. Lo que nuestra sociedad consumista y capitalista salvaje llama “inteligencia”, no es más que la substancia encerrada en el frasco (una actividad netamente mental)  Algunos han tenido oportunidad de desarrollarla más, y a ellos se les conoce como “inteligentes”.  Otros han engrosado más el frasco, impidiendo el desarrollo de la substancia, a estos se les conoce como “brutos”.  En esencia, no se trata de que unos sean más o menos inteligentes , sino del aspecto que han desarrollado más: La substancia o el frasco que la contiene. 

Cuando yo me refiero a la verdadera inteligencia, la inteligencia en acción (no la comercializada y prostituida) me refiero al envase y a su contenido.  La inteligencia en acción es un concepto vivo, no letra muerta (libros de matemática, física, química, contabilidad, leyes, deporte, arte o biología) ni experimentos en ambientes controlados (laboratorios) Me refiero a la inteligencia que no puede ser explicada, sólo vivida.  No es una receta universal o estándar, tampoco  es plana sino multidimensional (caótica) y propia a cada individuo (hay una específica para cada ser viviente, es Dios  manifestándose en cada parte de  la creación) La inteligencia de vida es una experiencia personal,  de cambio constante.  No puede transferirse entre individuos,  pero sí puede ser expresada y desarrollada en función de su contenido: substancia y marco (envase)   Actualmente la humanidad se enfoca a que el individuo “aumente la substancia” ignorando el marco de referencia.  Por tal razón, el ser humano no concibe su explotación intelectual completa y verdaderamente, tan sólo y apenas en función a preceptos muertos (bibliografía seca y educación ritual-monolítica)  Así vemos “genios frustrados” en todas las profesiones y lugares del mundo.  Es decir, seres inteligentes estrangulados por el marco referencial de su inteligencia. ¿Luego, qué constituye dicho marco?  La inteligencia en acción, como yo la concibo, es la integración consciente de la capacidad mental del individuo (mente) con su físico y emociones.  La substancia como tal, es únicamente la capacidad mental de cada individuo (sin su físico y sin sus emociones)  En consecuencia, el marco referencial estaría constituido por: cuerpo y emociones.  Yo diría que todos nacemos con igual cantidad de substancia y amplitud de marco (lo cual no implica límite al momento de ampliar las capacidades, tanto en el marco como en la substancia)

Las eventualidades y circunstancias en la vida de cada individuo determinan que tanto crecerá su substancia, o dicho de otro modo, se cerrará su marco.  Cuando hablo de evolución, me refiero a ampliar la inteligencia del individuo y su marco referencial simultáneamente.  Eso se logra alineando la mente del individuo con su emotividad y carnalidad, es decir, creando una persona ÍNTEGRA.  A tal punto,  la espiritualidad se devela y el conocimiento se le fusiona, el individuo se supera a sí mismo reconociendo su propia alma.  Sólo de esta forma el  humano será capaz de percibir la Inteligencia Primaria (Dios) y por Él integrarse naturalmente a la Creación (sin un pensamiento separatista, que genere ruptura con la naturaleza o tecnología de muerte) Hablo más específicamente de un ser infinitamente inteligente, el humano reabsorbido por su creador.


miércoles, 8 de junio de 2011

¿DE DONDE PROVIENE NUESTRA MALDAD?

Ahora me he dado a la labor de analizar la mala substancia a niveles comunes y silvestres.  Es decir, no en los extremos sobre los cuales se vuelve evidente.  No en el drogadicto, ni en el degenerado sexual, ni en ladrón, ni en el asesino.  Pudiéramos pensar que “maldad” involucra a estos tipos de persona exclusivamente.  Lo cierto es que la relación hombre - demonio tiene tantos sabores como años de existir.  Y pude manifestarse en un asesino, como en quien niega la existencia de Dios, como en quien niega la existencia del diablo, en el adinerado, en el pobre, en el erudito y en el ignorante.  Por ejemplo, pudiéramos hablar de maldad humana no sólo en el carterista, sino en el político ladrón. Estamos acostumbrados a pensar que todo lo malo es feo, y lo bonito es bueno. ¿Acaso no hay maldad en algunas cosas bonitas? ¿Acaso no hay maldad en los rascacielos y/o urbanizaciones lujosas, que se construyen próximos a barriadas paupérrimas?   La peor maldad es la que racionalizamos, la que creemos “normal”, que “no existe” (como algunos piensan del diablo) que es producto “del sistema”, “de nuestra alienación social”, “de la suerte”.  Me refiero a la maldad intrínseca, constante, que mata a largo plazo y que no pocas veces está ligada a la desigual supervivencia de los individuos.

Todos practicamos de una forma u otra, en escala proporcional, la pésima distribución de riquezas que ha mal afectado al mundo.  ¿Queremos una casa, o un hogar?  ¿Cuántos carros debe haber en la casa? ¿Cuántos aires acondicionados? ¿Cuántos teléfonos? ¿Cuántas televisiones? ¿Cuántos canales de televisión?  ¿Qué es lo realmente necesario en nuestros hogares, y cuáles son los excesos?  Estos excesos no sólo hacen que otros dejen de tener lo básico, sino que nos mantienen endeudados. ¿Cuánta deuda debe manejar una familia? ¿En qué nos endeudamos? ¿En un carro, o en la educación de nuestros hijos? ¿En la casa, o en pasar mayor tiempo juntos? ¿En las comodidades o en comer mejor? Habría que tener estos conceptos muy claros,  o asumimos el riesgo de esclaviarzarnos a nosotros mismos a través de otros (los que nos sobre-endeudan o nos mantienen sobre-endeudados)  Si usted no tiene bien definido qué es lo que realmente necesita en su vida (prioridades) algún tercero terminará tomando el control de ella (llámese jefe, entidad financiera u otra persona)  Y usted se aferrará a eso de tal forma, que no concebirá su propia existencia sin estarle adherido.  Así nace la nueva esclavitud, que a diferencia de la pasada (física) también tiende a ser emocional, mental y/o económica. Ya no es necesario privar al hombre de su libre albedrío, porque lo cede (o vende) sin mayor complicación.  La clase pobre trata de conseguir lo básico para vivir. La clase media oprime a la baja, y alta abusa de la media y de la baja.  Este esquema piramidal de organización social  (los muchos pobres en la base ancha, la clase media en la mitad y los pocos ricos en la punta) se basa en el sometimiento y la explotación. ¿Será que no podemos hacer algo mejor con nuestro libre albedrío que maltratarnos los unos a los otros, por necesidades básicas o por excesos? ¿Acaso seremos naturalmente MALOS?

Todo lo que hagan los padres antes, durante y después de la concepción de sus descendientes les afectará en debida proporción.  Utilizando la simbología Bíblica, con los hijos de Adán y Eva se definieron los tres tipos de humanidad que existirían hasta el final de los tiempos.  Los mártires, santos, sufridos y brevísimos encarnados en Abel.  Los malditos, malignos, malévolos y eternos encarnados en Caín.  Y el gran resto que trata de ser bueno, encarnados en Set.  Caín fue el primer hijo de Adán y Eva, nacido del adulterio de Eva con la serpiente (Eva no tenía muy clara sus prioridades, y terminó cediéndose a la serpiente) Caín es hijo carnal de Adán y Eva, pero hijo mental de Eva con el demonio.  Cuando Eva fue poseída por Adán durante la concepción de Caín, su mente ya era de la serpiente.  Tal y como muchas adúlteras (de pensamiento) hacen: Entregarse carnalmente a un hombre, mientras mental y emocionalmente son de otro hombre (o entidad, para el caso de Eva)  Posteriormente Caín expondría la mala semilla heredada, al seleccionar mal la ofrenda a Dios (una dote “insuficiente”) y la certificaría asesinando a su hermano por Envidia.  Algo muy similar a lo que Lucifer siente hacia Dios: Envidia (¿Acaso, herencia de su padre mental?)   De cualquier forma, hoy en día siguen y seguirán naciendo nuevas versiones de Caín, siempre que sigamos cediendo nuestro libre albedrío al demonio.  De igual forma continuarán los nacimientos tipo Abel y tipo Set.  De igual forma seguirán habiendo mártires, continuarán los adulterios (de pensamiento, palabra u obra) la envidia, el asesinato, las maldiciones, las bendiciones, la tentación y el traspaso voluntario o forzado de nuestro libre albedrío.  Todo este drama se repetirá hasta que la humanidad rompa su relación psico-emotiva con el demonio, tomando conciencia, control y responsabilidad  de su propia existencia, de su libre albedrío.

Hay cosas a las que cada humano debería tener acceso libre: un buen lugar donde vivir, una buena alimentación, una buena salud, una buena educación y seguridad social.  ¿Por qué hay tanta gente sin techo o muriendo de hambre, mientras unos pocos son excesivamente adinerados y poderosos?  Sucede que los menos están bien y los más están mal. Eso se llama: Terrible distribución de las riquezas, sometimiento y esclavitud. Uno dedica aproximadamente doce horas del día a actividades relacionadas directa o indirectamente al trabajo.  Y aún así existen empresas que atemorizan a sus empleados con el despido, los denigran y ni siquiera pagan las horas extras. ¿Acaso eso no es esclavitud?  El trabajo tal y como lo hemos planteado ¿Dignifica o esclaviza?  ¿Quitando la faena diaria, qué nos queda de vida?... ocho horas durmiendo y dos horas entre alimentación, necesidades fisiológicas y vestimenta.  Vivimos un residuo aproximado de  dos horas al día.  ¿En ese tiempo podemos dedicarle tiempo al hogar y a nosotros mismos si acaso?   ¿Acaso somos realmente conscientes de lo que nos está ocurriendo, o la vida se nos está pasando sin vivirla? ¿Vivimos o sobrevivimos?  Definitivamente, el modelo de supervivencia humano es opresivo, esclavista e inhumano.  Pero lo peor del caso es que ha sido diseñado para pasar desapercibido, volviéndonos víctimas y victimarios simultáneos del mismo.   Con esa actitud no sólo nos hemos destruido los unos a los otros con guerras y hambrunas, sino que también hemos dañado al planeta.  Es definitivo que al condicionar nuestro libre albedrío (físico, mental o emocional) a otro humano o al demonio, nos entregamos a la muerte.


  EL Hombre NO es naturalmente malo, Dios no crea cosas malas.  A mi parecer Dios nos creó incompletos, para llenarnos y fortalecernos con Él mismo, su creación, los unos a los otros como especie (“Amaos los unos a los otros”)  En lugar de eso, hemos hecho exactamente lo contrario: Creernos autosuficientes (alimentando un ego desproporcionado) volviéndonos dependientes de nuestras propias debilidades, odiar al hermano y destruir la creación divina.  Hay que crear consciencia y responsabilidad sobre nosotros mismos, nuestras virtudes y debilidades.  El diablo, utilizando nuestras debilidades, crea ruido (MIEDO, dinero,  trabajo, estatus, objetos materiales, “sapiencia”, orgullo, moda, poder, control) a nuestro alrededor para mantenernos evadidos de nosotros mismos (Alienados)  El libre albedrío nos fue dado para elegir AVANZAR o elegir no hacerlo... En cierta forma, cada uno de nosotros constituye el dios o demonio de su propia existencia, porque Dios lo quiso así.  Lo cual no implica que Dios no exista, ni que el diablo tampoco, ni mucho menos que el diablo pueda ponerse en la balanza con Dios, o que ambos sean la misma cosa o igualmente poderosos.  El diablo es un parásito sumamente contagioso, que se adhiere a nosotros a través de las  debilidades y el EGO.  Nosotros lo pasamos de generación en generación, como se pasa el ya mencionado “pecado original” (lo que le pasó el diablo a Eva, Eva a Caín y Caín a Abel: Muerte)  Sin embargo, haciendo uso adecuado del libre albedrío, podemos liberarnos a nosotros mismos a través de Dios y su creación. La única forma de romper este comensalismo con el demonio, es que destruyamos nuestras debilidades (defectos o como se le quiera llamar), para lo cual es preciso ESTAR CONSCIENTE DE UNO MISMO, ejerciendo y siendo responsable de nuestro libre albedrío  espiritual, físico, mental y emocional.

lunes, 6 de junio de 2011

¿Un problema de Fe o de incapacidad?

Siempre me he preguntado, por qué hay individuos que basan su seguridad personal en otros individuos y no en Dios o en todos los demás (la especie) Durante mucho consideré esto una forma de debilidad, ahora lo considero un padecimiento pandémico o genético.  Así como nacen sujetos con huesos débiles… ¿Podrán nacer sujetos con carácter débil? También creía que el asunto de la inseguridad era algo de inmadurez, que con los años se borraba del individuo.  Pero sigo viendo casos terriblemente patéticos de inseguridad, en todas las edades, sexos, profesiones, credos etc.  He descubierto que el inseguro no es necesariamente aquel individuo temeroso de la vida, cohibido, asustadizo que no se atreve a hablar ni a manifestarse en diversos acontecimientos.  He visto sujetos violentos, groseros, prepotentes y hablantines que son terriblemente inseguros.  Personas que esconden su inseguridad detrás de la violencia, la grosería, la prepotencia, la locuacidad y peor aún: El dinero (adictos al trabajo o a tener dinero)  
Yo creo que Dios nos creó a todos los humanos del mismo “barro”.  En consecuencia, no debería haber hombres superiores a otros, no habría hombres más débiles  o más fuertes.  Aunque de hecho físicamente los hay, existen individuos más fuertes que otros. Entonces ¿Acaso habrá individuos intelectual y emocionalmente más débiles que otros? ¿Será que si bien todos fuimos hechos del mismo barro, la mezcla no cuajó igual en cada uno de nosotros?  Tal vez yo no tenga la verdad absoluta,  pero bien puedo pensar y opinar al respecto.  Me parece que si un individuo nace débil, debe fortalecerse física, mental o emocionalmente.  Es decir, el problema no lo constituyen las diferencias con que nacemos, sino lo que hagamos con ellas.  Si yo nací débil, y en  lugar de fortalecerme, lo único que hago es acomplejarme más o pegarme a alguien “fuerte”… pues, seguiré siendo igualmente débil o peor aún, atrofiado.  
Me parece que la actitud ideal sería fortalecerse uno mismo, no menospreciarnos a nosotros mismos en función del resto, o buscar personas (aduladores o retadores) o cosas (dinero, ropa, alabanzas) que nos hagan sentir  “fuertes”.  El asunto aquí es SERLO no SENTIRLO.  El que se siente fuerte tiene necesidad de demostrar su fortaleza y constantemente retarla (compulsión obsesiva) tanto así que “ser fuerte” se le convierte en una especie de estilo de vida.  El que es fuerte sólo lo es, para él la fuerza no es una forma de ser, ni un estilo de vida, para él la fuerza es su vida.  Es parte de su naturaleza, como quien respira, como el corazón que late, la fuerza está en él y él está en la fuerza.  
¿No sería mejor basar nuestra seguridad individual en Dios y en la especie humana, que en individuos determinados?  Diría que la fuerza humana (como el resto de las cosas, incluyendo la debilidad por fortalecer) la da Dios a través de nuestro interior.  Uno como individuo debe buscar en su interior dónde falla, dónde es débil, dónde es corruptible y dónde es fuerte, para lo cual es justo y necesario dejar de mirarnos en función de otros y aprender a vernos tal y como somos realmente.  De hecho, identificar nuestras debilidades es un deber inherente a la superación personal y a la vida de cada persona, así como también el reto y la disposición a superarnos.  Pero  la fortaleza en sí, viene de Dios.  Claro que, a todo aquel que tenga problemas de EGO  le costará adaptarse al esquema de “solicitar” ayuda, peor aún, tratándose de una entidad que no ve. De allí surge mis próximas preguntas: ¿Será confianza excesiva en nuestro raciocinio, o temor absoluto? ¿Qué tan hábiles somos, al intentar ver a través de la nada, un poco más allá de nuestros cinco sentidos, por encima de nuestra sensualidad, concupiscencia o temores? En dado caso, la inseguridad no vendría a ser un problema de fe, sino de incapacidad.

El desequilibrio… ¿Ser uno, o ser especie?

¿Qué tanto debe interesarnos la opinión de los demás?  Tal vez yo sea algo más egoísta que el común de las personas, pero siempre me ha importado muy poco lo que los demás piensen con relación a mi persona (siempre y cuando no dañe a nadie con mi actitud)  Me importa mucho más molestar a alguien, causar un conflicto innecesario o peor aún, lastimar a alguien que no lo merezca.  Digo  “a alguien que no lo merezca” porque obviamente estoy demasiado lejos de la máxima cristiana de “ofrecer la otra mejilla”.  Tengo que ser honesto, me preocupa muy poco si los demás guardan algún tipo de dolor, encono, rabia o resentimiento hacia mi persona (reitero, que no haya generado intencionalmente)  No limito mis acciones al sentimiento de terceros, a menos que se trate de algún familiar cercano, amigo o conocido importante en mi vida.  Frecuentemente encuentro personas que me tuercen los ojos, hacen lo posible por “ignorarme”, tratan de afectarme en acción u omisión haciendo notar (por todos los medios) su encono hacia mi persona.  Si ellos supieran lo poco que me importa su estado anímico, tal vez dejarían de perder el tiempo en “berrinches”.  
Yo trato de ir por la vida sin incomodar a nadie, pero cuando descubro que estoy haciendo algo “fuera de la regla”, trato de corregir por cuenta propia (sin acción de un superior) para “regresar y mantenerme en mi espacio”.  Pero de ocurrir lo contrario, que estando yo en “mi espacio” llegase otro  a retar mi paciencia, REACCIONARÍA.  Supongo que sería mucho más fácil vivir en una isla, lejos de la humanidad restante (los que no me son afines o allegados) pero eso es imposible.  Y estoy seguro de que ni aún así, me libraría de los conflictos.  Si tan sólo pudiéramos vivir dentro de nuestros límites, preocupados por el bien general, pienso que individualmente nos volveríamos mejores seres.  Es decir, sin intentar ser “el genio” “el más fuerte” “el más valiente” “el héroe” “el anormal” “el superdotado” “el santo” “el maldito” y así.  Pienso que la vida sería mucho mejor si, humildemente todos ocupáramos el lugar que nos ha tocado vivir, no deseando (ni sintiéndonos) ser más o ser menos por ello.  

Hacer especie es un trabajo en conjunto, y pienso que se viviría mejor si cada hombre aceptara con humildad, que es otro animal sobre la faz de la tierra… no el mejor, ni el menos importante. Si todos viviéramos por igual, pienso que no hubiera necesidad de mártires, ni de sádicos, ni de reyes, ni de pobres, pienso que sólo seríamos humanos, simplemente humanos. ¿Es muy difícil aceptar la simplicidad de la vida? ¿Es muy difícil renunciar a los protagonismos, para que cada uno actúe la escena que humildemente le ha tocado vivir?    

Hay personas que tienen el umbral de tolerancia y la autoestima muy averiada, y lo peor es que tampoco son conscientes de ello.  ¿Hasta cuándo vamos a vivir supeditados a la reacción emotiva de los demás? ¿Hasta cuándo vamos a vivir supeditados a la aprobación o desaprobación de la familia, los amigos, moda, enemigos o desconocidos? Si quitáramos “el razonamiento” al cerebro humano, como especie seríamos menos eficientes que las hormigas y las abejas.  Pero, si fuéramos igual de eficientes, con un cerebro pensante, pues… como especie seríamos verdaderamente especiales.  Especie especial, así como suena (no un grupo de personas especiales, como actualmente nos hemos planteado)  Sin embargo, hemos preferido limitarnos como especie, para “adormecernos”  en el  individualismo.  Los egos demasiado GRANDES están matando de hambre a una parte de la población, están asesinando a otra, y mantienen esclavizada a otra (con préstamos y falsas expectativas de vida)  Los egos demasiado pequeños refuerzan a los egos demasiado grandes, y así se repite la dramática cadena del pez grande comiéndose al pez pequeño.  

Tal vez esté pecando de indiferente, con esa actitud de “siempre que mi indiferencia no dañe a nadie…”.  ¿Pero por qué hay personas que se resienten en silencio? ¿Será por la misma razón por la cual a mí no me interesa saber si se han resentido?  Estoy aprendiendo a ser cada vez más consciente de mis acciones, lo cual no implica andar pendiente de todos los resentidos.  Que se resientan no es mi problema, o ¿Tal vez sí? ¿Debería andar por allí preguntándole a cada uno si está de “buenas o malas” conmigo?  Ahora bien, ¿Es muy difícil pedirles a las personas que se deshagan de todas las emociones (positivas o negativas) que las atan a alguien, y se dediquen a hacer lo que les toca a cada momento en función de la especie (del humano en general)?  Si tal vez fuéramos (me incluyo) un poco más consciente de lo que hacemos, cuándo lo hacemos, cómo lo hacemos, dónde, para qué, para quiénes y por qué lo hacemos…no tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué hay tanta gente resentida, o exageradamente feliz en la vida?   Para la gran mayoría de nosotros,  esto nos resulta más que imposible porque hemos crecido bajo la óptica individualista.  Sin embargo, al poner en riesgo el planeta (tal y como está ocurriendo) vamos a tener que dejar el individualismo y empezar a pensar en función de especie.

 Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo de extremos, en el cual la paz no tiene cabida, el equilibrio es considerado un acto de mediocridad, y los extremos son idolatrados.  Extremos al beber, extremos al fornicar (se admira al más promiscuo) extremos al trabajar (se admira al vago, o al súper eficiente, no al constante, ni al que hace su trabajo bien y sin extralimitaciones)  Digo esto porque cada vez que alguien da “la milla extra” hay uno u otros que hicieron nada, y uno u otros haciéndose excesivamente ricos tras bastidores.  Sin contar la posible existencia de una sufrida familia, con papá y/o mamá secuestrados por el trabajo.  Hemos creado un mundo en el que los papás se siguen ausentando de casa, esta vez no por irresponsables, sino por excesivamente responsables.  Todo esto sin considerar la cantidad de fármacos y químicos que hemos puesto a circular en nuestra vegetación, en nuestra comida y nuestra sangre.  Vivimos en un planeta sobre estimulado, en una tierra desequilibrada.  Lo cual se puede apreciar fácilmente en la pésima distribución de las riquezas (refrendados por el capitalismo, y más aún el capitalismo salvaje)  Lo vemos en los canales de televisión, mientras unos hablan de terribles matanzas o desastres, otros hablan de frivolidad y banalidades. Lo vemos en el mismo noticiero, pasando de una noticia trágica a otra vacua.  Lo vemos en aquellos que piensan que algunos nacieron con más derecho que otros, y justifican la desproporción, sin entender que la desproporción rompe con el equilibrio natural, y atenta contra la vida de la especie (inclusive la de ellos mismos)  

Definitivamente que para EVITAR ENTENDER, concebir y reconocer que vivimos desequilibrados, hemos creado todo un CULTO al desenfreno, vinculándonos románticamente a los extremos.  La cultura del todo o nada, la cultura de lo radical, de lo súbito, de lo inminente, de la impaciencia, del cero error, de la calidad total, de la globalización.  Y tenemos que vivir sobre estimulados, ¿Sobredosificados? Vivimos en el borde, cada vez más rápido, cada vez más acelerados y SUFRIDOS.  El sufrimiento que genera este estilo de vida no es más que: CULPA, porque en el fondo sabemos que vivimos en desequilibrio.  En el fondo sabemos que el día que no podamos “equilibrarnos en el extremo” la sociedad nos echará a un lado como seres despreciables (aquí es donde vuelve el asunto del “ser aprobado por otros”)  

Los extremos en la vida humana, debieran existir a manera de guía, de orientación, de marco para ayudarnos a percibir naturalmente la media (la justa medida) en cualquier acción.  La media es no tener más, ni tener menos, sólo lo justo y necesario, rechazando el extra que seguramente les falte a otros.  ¿Cuántas personas habrá en el mundo con teléfonos inteligentes y sin alimentos?  Desde luego, un teléfono es imprescindible para mantenerse comunicado pero… ¿Es más importante mantenerse comunicado que comer?  Luego, para mantenerme comunicado no preciso de un teléfono inteligente, a lo sumo un teléfono público cerca (que funcione y usuarios conscientes) y una moneda.  O un teléfono fijo, o un teléfono celular barato.  Parece que hubiera una inversión de valores generalizada, parece que la humanidad se hubiera olvidado de ser humano para autodestruirse.  

                Sí, debo prestar mayor atención a esas personas que se disgustan (o se enamoran) solas.  Y ellas deben buscar la forma de dejar de buscar en otros, lo que no han encontrado en sí mismas y en Dios, mediante berrinches, ira o demostraciones excesivas de cariño.  Tal vez todo se trate de aprender a vivir más humildemente, pero más consciente de uno mismo, de Dios, de lo demás, de los demás y del tiempo que nos haya tocado vivir a cada instante.  Entendiendo por instante, la fracción de vida que separa al ser de lo que será, y lo que separa al ser de lo que fue.  Es decir, Dios en movimiento.

sábado, 4 de junio de 2011

Fluir según, y a través de SU ser (22 de Abril de 2011)

¿Cuándo renunciar es un acto de cobardía, supervivencia o sacrificio?  Esta es una duda que vuelve a mi cabeza en cada situación ¿Insistir o claudicar?  Quisiera tener el discernimiento necesario para discriminar en qué momento la insistencia se vuelve masoquismo, o en qué momento estoy desistiendo prematuramente.  De cualquier forma, en ambos casos desarrollo alguna forma de culpa.  Cada “cosa” en la vida, existe según lo que le ha costado ser.  Es decir, todos nosotros hemos “pagado” por nuestra situación/condición actual, mediante acciones u omisiones.  Así también ocurre con TODO lo que existe, según los acontecimientos del medio y de quiénes le rodean. Por ejemplo, si yo voy a comprar una silla, tendré que pagar proporcionalmente por el árbol del cual se extrajo, el taller que la confeccionó, el salario de quienes la armaron, el transporte, el centro de distribución etc.  Cada ente existente, tiene un valor proporcional al costo de ser en un momento determinado.  Por lo general, el esfuerzo que ejercemos al obtenerlo, también es proporcional al valor de su ser en dicho instante.  En consecuencia nada es gratis, todo cuesta.
 
Cuando nos enamoramos de algo (alguien) nos creemos merecedores de ello, ¿Pero es así?  ¿Somos conscientes de realmente poder pagar por ello?  A veces no es así pero insistimos, al insistir estamos empezando a pagar el costo de tenerlo.  Dicho costo a veces nos lleva a sacrificar algunas cosas (como quien empeña algo para obtener otra cosa) Eventualmente “las cosas” de las que nos enamoramos no han sido hechas para nosotros, pero igual las queremos.  Luego pasamos por un proceso de transformación (que pudiera resultarnos traumático o no) hasta obtenerlas.  Este proceso hace que “algo” en determinado lugar, pase a nosotros “porque así lo hemos querido” Nuestro deseo por tener el “algo” en cuestión, destruye el orden del que formó parte ese “algo” en su estado anterior.  Al obtenerlo, dicho orden debe ser restablecido tanto del lado original (de dicho “algo”) como del lado nuestro. Esa es parte del costo que pagamos, restablecer el orden natural de los acontecimientos, vulnerado por nuestros deseos (que nos cobra el destino, la naturaleza o la suerte, como quieran llamarlo)   Por eso a veces no entendemos por qué pequeñas cosas (en apariencia) involucran tanto sacrificio.  Cito al hombre/mujer que destruye su matrimonio, por tener una mujer/hombre que no le corresponde.  Básicamente alteramos una realidad y tenemos que pagar por reestablecer otra,  la nueva realidad.  Por eso repito la pregunta: ¿Hasta qué punto sabemos lo que nos costará algo? O dicho de otro modo: ¿Hasta qué punto insistir en algo?  No es una cuestión de “pecado y castigo” como lo han pintado las religiones, más bien es un tema de sentido común, del reestablecimiento de un orden roto (reestablecer el equilibrio existencial, así fuere cambiando de formas)
 
¿Cuándo renunciar es un acto de sacrificio (porque es lo que debe ser) y no así un acto de cobardía?  Primero que todo hay que estar consciente de que “la cosa” vale la pena el empeño.  Como decía, muchas veces desconocemos cuando sí y cuando no, hasta que de pronto quedamos enredados en el asunto. Es como un mal préstamo, como la letra menuda en los contratos, sencillamente NO LA LEEMOS antes de firmar porque NO QUEREMOS leerla (embelezamos de aquello)  Muchas veces no estamos mental, ni espiritual, ni física, ni emocionalmente preparados.  ¿Pero cómo estarlo, cómo saber cuándo sí y cuándo no, cuándo insistir y cuándo claudicar?  En escritos anteriores he establecido que Dios conforma las cosas que existen, las que dejaron de existir y las que existirán.  El orden detrás del orden, la voluntad inicial es Dios.  Comúnmente ocurre que en un momento de confusión perdemos la perspectiva  o la singularidad del orden establecido, de lo que debe ser, o al contrario, nos encerramos en una rutina haciendo lo que consideramos “debe ser” hasta morirnos de inanición.  Ya sea por emociones, razonamiento limitado, falta de carácter, religiosidad, temor, moralidad, debilidad o vicio, desconocemos cuál es el deber ser de cada cosa.  A este punto, antes de proceder a “enamorarnos de algo” es preciso pedirle a Dios que nos muestre el camino.  Ahora bien, si ya hemos procedido y la cosa parece más difícil de lo que pensábamos,  de igual forma es preciso pedirle a Dios claridad sobre seguir insistiendo o claudicar.  En resumidas cuentas, sea cual fuere la situación, antes o después de “consumado el hecho” es justo y necesario dejar la situación en manos de Dios.  Ahora bien, ¿Dónde entra lo del sacrificio?  Será que sacrificar algo implica “dejarlo porque sí”, porque nos lo dicen nuestros preceptos morales, el sacerdote, el pastor, la televisión, el político, el D. J., la maestra, el vecino, una hermana o un papá.  ¿Tendrán entes externos a nuestra vida, la capacidad de decidir sobre ella?  Pues yo creo que no, la decisión es nuestra, la orientación de Dios.  ¿Pero cuándo renunciar nos da algo mejor a lo que cedimos en primera instancia?  Algunas culturas le han dado el término histórico de “sacrificio” a la acción producida del discernimiento, a través de la cual cedemos algo a lo que estamos apegados, esperando a cambio un bien mayor.  Los antiguos sacrificaban niños y vírgenes, para el bien de las cosechas.  Parece algo desalmado e ilógico, pero cuál es el concepto detrás de esto.  En pocas palabras decirle al Creador: “No es lo que yo quiero, por favor ayúdame”.  “No es lo que yo quiero” en el acto del sacrificio histórico sería darle a la virgen o a la criatura; con ello se somete uno al designio y la voluntad divina (que no es otra cosa más que el deber ser de toda la creación) “Por favor ayúdame”, se solicita un bien a Dios a cambio del sacrificio.
 
La sabiduría de la vida humana radica en saber cuándo dejar pasar las cosas y cuándo no, lo que algunos religiosos antiguos orientales llamaban “EL DESAPEGO”.  Dejar de ser o querer (someter el EGO) para el bien propio y/o de todo lo restante. Y “todo lo restante” involucra el orden de las cosas, el deber ser.  El sacrificio no es válido si no involucra alguna forma de desapego, si no se hace en función de uno y/o de algo y/o de alguien más, y si no se ofrece  a Dios.  Desistir de un evento que nos causa algún grado de satisfacción, para bien de otros, en nombre de Dios.  Es preciso ofrendar el dolor que obtenemos en la vida, a quien nos la dio  (no digo a quien nos dio el dolor, porque el dolor es producto de nuestras propias decisiones)  En resumidas cuentas, pareciera que vivir se reduce al mero acto de fluir según el orden que no corresponda a cada momento.  Lo cual, bajo ninguna circunstancia implica que si no alteramos ningún orden ajeno, nadie vendrá a alterarnos el nuestro. El que altere nuestro orden sufre una responsabilidad de índole personal; pero sí es nuestra responsabilidad, el cómo reaccionemos en función de dicha alteración. Tal correlación define la responsabilidad de vivir, vivir de acuerdo al deber ser, aceptando cualquier afectación externa  como parte de la integración del individuo a la colectividad que denominamos CREACIÓN (la humanidad y todo lo que le rodea)  Sin  implicar un acto violento, de hostilidad, de humillación, sometimiento, daño o muerte como efecto de la adaptación a dicha afectación externa, en contra de quien la produjo (considerando que quien la produjo, sufrirá como responsable único, las consecuencias pertinentes al restablecimiento del nuevo orden que generó su acción)  Dicho en palabras sencillas, habrá que vivir pidiéndole a Dios entendimiento a cada momento, y ofreciendo a modo de sacrificio cualquier sufrimiento o dolor que esto involucre.  ¡Menuda tarea para nuestro ego!  Creo que es un asunto de disciplinar la mente, las emociones y la carne, sometiendo al individuo a su Creador y a la Creación.  Este tipo de sacrificio, que yo denomino en la teoría: “Hacedor de vida”, dista mucho de dejar de comer pescado en semana santa, ayunar, privarse del sexo, bebida o música.  Pero tampoco estoy por la labor de criticar a los demás.  Sólo es cosa de reconocer la existencia de Dios y aceptarnos debajo suyo y parte de su creación.
 

¿Dónde está Dios? (15 de Abril de 2011)

          Muchas veces me he hecho esta pregunta: ¿Dónde está Dios?  La primera vez que me la hice estaba solo y tenía siete años aproximadamente. Recuerdo  perfectamente que caí en una cadena de conjeturas muy similar al siguiente monólogo:
― ¿Dónde vive Dios?
― Seguro ha de vivir en el cielo (es lo que todos dicen)
― Si el cielo está lleno de nubes, cómo es que no se cae de allí…
Al responder esta pregunta, tuve una de las primeras certezas de mi vida.  Lo hice con tanta seguridad, que casi parecería haberme respondido alguien de mucho más conocimiento:
― Dios no se cae del cielo, porque Dios es un espíritu y no pesa. 
Yo siempre he tenido una comunicación perfecta con Él, esto extrañará a muchos de ustedes que me conocen como un hombre muy poco espiritual, crítico, analítico y negativo.  Pero siempre he hablado con Dios de igual forma a como hablaría con cualquiera de ustedes, sin precisar iglesia o intermediarios.  Y Él me ha respondido tal y como lo haría cualquiera de ustedes, muchas veces inmediata y claramente.  Estoy revelando en este artículo, una fase personal que varios de ustedes no conocen, aunque algunos me han tratado de casi toda la vida.  Las cosas “brillantes” a las que me han podido vincular en determinado momento, no han sido mías sino simple respuesta divina.  Ustedes me han conocido como un tipo de carácter fuerte, demasiado rudo en algunas situaciones, pero la verdad es que mi fortaleza ha venido siempre de Dios.  Nunca he caminado solo, y jamás me he sentido solo. 
Ni en los momentos más difíciles de la vida, cito la muerte de mi padre (que casi me destruye a los veintiún años)  Fue un momento en el cual pregunté profundamente, con todas las fibras de mi carne, con cada neurona de mi cerebro, con mucho dolor, lágrimas  y extrema rabia: ¿Dónde está Dios?  Y Él me ayudó a salir de aquel agujero negro, entregándole a mi padre.  Sí, sobreviví al momento atándome a Dios.  Él respondió a mi pregunta con total claridad, y entonces supe que Dios estaba en todos lados.  Sí, ahora entiendo que Dios está en todos lados y a cada momento de nuestras vidas, ayudándonos a vivirlas, pero jamás viviéndolas por nosotros (tanto para lo bueno, como para lo malo)   Que en el fondo es lo que quieren los ateos, que alguien más  viva su vida por ellos (sobre todo en los momentos más difíciles, que absurda y desesperadamente lo llaman blasfemándole o  negándole)
Dios es lo único que puede sobrevivir al vacío total, y hablarnos desde allí. Tal vez será porque Dios es el vacío (la nada) y todo lo que lo llena (o va llenando)  El ser humano quizás sea una abstracción suya, capaz de percibirse a sí misma desde un punto externo a sí mismo,  aunque no del todo desvinculado (porque nos vincula el espíritu a cada instante)  Mil disculpas si me pongo muy esotérico y enredado cuando escribo estos artículos, los pongo tal y como vienen a mi cabeza, y a veces no encuentro las palabras adecuadas.  Quisiera no escribirlos y seguir viviendo anónimamente esta especie de espiritualidad, pero algo me insiste en que lo publique.  Dios es la voz que nos responde cuando pensamos que ya todo se ha acabado, es lo que sobrevive al más allá, lo que está después, lo que está aquí, al lado nuestro y en todas partes (incluyéndonos a nosotros mismos, en lo físico y lo abstracto)  Por eso digo, y sostengo que para poder apreciar a Dios en su total magnitud, hay que apreciarlo a través de SU CREACIÓN.  Pero cómo apreciar la creación si vivimos en contra suya, declarándole la guerra a todo, a todos y  a nosotros mismos en cada momento.
De muy joven noté que cada vez que oraba, una leve brisa me acariciaba el hombro o la espalda.  Así fue como empecé a saber que Dios estaba junto a mí.  Inicialmente creí que se trataba de algo psicológico, algo que tal vez yo quería creer pero que no era cierto (una especie de obsesión)  Poco después empecé a orar en diferentes lugares (sagrados  o no)  y en cualquier situación, para poder comprobar si aquella brisa era alguna manifestación divina.  La brisa siempre soplaba, aún en lugares secos y en momentos sin brisa.  Y no sólo empezó a soplar con más fuerza en mi hombro, sino que  venía acompañada de una gran certeza de compañía, LO percibí sin pensar.  Luego supe (un par de años después) que existen algunas culturas indígenas que asocian la presencia de Dios a una especie de brisa en los lugares sagrados.  Entonces supe, que tal vez mi suposición no era del todo falsa.  Ya de adulto he sabido que muchas culturas asocian a Dios al aire, porque el aire es lo que nos mantiene vivos en primera instancia.  En consecuencia, Dios puede manifestarse a través del aire.
¿Fe? No me atrevería a llamarlo de esa forma, la palabra fe la han mitificado tanto, que ya no quisiera utilizarla.  Prefiero decir “certeza”, aceptar un hecho sin mediar comprobación lógica, aceptar algo con todo el organismo, sin resistencia mental, entregándose a la idea (o imagen) Reconociendo que la idea no creó al hecho en sí, sino que es una percepción (una abstracción racional) un descubrimiento de algo que existe previo a nosotros mismos y del cual procedemos inclusive. En pocas palabras: Salirnos del estrellato, ceder el mejor lugar, reconocer que no tenemos el rol principal del pedazo de creación que nos rodea, alejar el antropomorfismo, el egoísmo, la megalomanía, el egocentrismo.  Descubrir que podemos vivir BIEN sin considerarnos lo más dotado de la creación, descubrir que esa sobreestimación personal nos extrae de la creación, choca con ella, nos impide percibirla y nos aleja de Dios.
                Ahora bien, el hecho de que Dios pueda manifestarse a través del aire ¿Sería indicativo de que vive en él, o peor aún, de que Él es aire?  Cualquiera de sus manifestaciones (aunque sí tal vez todas juntas) no resuelve la gran pregunta de dónde vive Dios, de dónde está Dios.  Primero que todo, el concepto de “estar” es una abstracción racional del ser humano para con el espacio que le rodea, en un momento determinado de su vida.  La vida es un concepto humano, concebido en función de la muerte ¿Cómo hablar de vida si no hablamos de muerte?  Definitivamente, la vida y la muerte, el ser y el estar, son conceptos más físicos que espirituales.  Me parece que no podemos medir lo espiritual con unidades físicas (vida, muerte, ser o estar)  Es como si quisiéramos explicar las emociones desde la óptica racional, son dos cosas de naturaleza diferente, luego ¿Cómo expresar una en función de otra?   Es decir, ¿Podemos hablar de que Dios vive, si ni siquiera puede morir?  Tampoco podemos decir que está en determinado lugar.  Dios siempre está, Dios siempre es, y no podemos referirnos a él según nuestro antropomorfismo (error común en todas las religiones) Ni siquiera podemos referirlo en términos de tiempo, porque el tiempo es otra abstracción racional humana, como el ser o estar, vivir o morir, nombres, números, apodos etc.  Las abstracciones racionales son mecanismos que utiliza el ser humano para entender lo “no racional” que le rodea, un algo que lo es todo, y que (dada la individualización humana) le es proporcionalmente imposible de concebir en su totalidad  y simultaneidad.  Es decir, el tiempo sigue siendo uno solo, aunque lo dividamos en pasado, presente y futuro para poder “entenderlo”.En consecuencia, no podemos seguir buscando a Dios desde un plano físico o racional, porque Él es el plano… de allí la incapacidad de muchos de nosotros a la hora de concebirlo.  ¿Entonces, cómo saber dónde está?... Pues, sencillamente, vivimos dentro de Él.  Digamos: ¿Puede el hígado (el corazón, la próstata o el cerebro) suyo saber quién es usted???? Ahora, le aseguro que si el hígado, la próstata o el cerebro se enferman, su cuerpo habrá de saberlo, de sentirlo inmediatamente.  Definitivamente que “entender” la existencia de Dios se reduce a limitación de MESURA y ENFOQUE humano (nuestro)
Para entender  a Dios y el lugar donde está, es preciso entender la existencia de todo lo que existe o nos rodea (SU CREACIÓN) Claro que en comparación, el caótico cerebro humano es infinitamente pequeño para concebir semejante grandeza, pero aún así, el hecho de ser “infinitamente” (pequeño) nos da cierta ventaja en cuestión de “grandeza”, así que haré el intento de explicar lo que estoy pensando. Primero que todo habrá que dar por hecho que vivimos rodeado de muchas realidades a parte de la que tocamos (esto ampliará nuestro margen analítico)  Estas realidades son atenuaciones y diferentes tonalidades, decantaciones de la realidad que generó todo lo demás, naciendo del vacío (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”)  Esa realidad (primera voluntad) se concibió a sí misma sobre el vacío y generó los infinitos estados transitorios de todo lo que existe (lo que conocemos como creación)  En un momento determinado, todo el vacío será llenado (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”) dando inicio al proceso inverso, ya no de expansión sino de compresión, hasta volver al vacío nuevamente.  Este proceso de expansión y compresión, generación y degeneración, lo vemos a nivel micro simultáneamente ocurriendo en diferentes aspectos de la realidad humana (de nuestras vidas) en ciclos de repetición, iteraciones anidadas que conforman realidades convergentes, divergentes, cortantes, paralelas etc.
El proceso de expansión y compresión es eterno, una vibración que no para, porque es Dios manifestándose en sus tres estados (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”) simultáneamente a nivel micro (el humano) y a nivel macro (el resto de la creación).  El vacío total se llena por una partícula de vida (favor ver mi artículo “El verdadero tamaño de Dios”) que se manifiesta en diferentes dimensiones de dicho vacío (favor ver mi artículo “La eternidad en un momento) que surge de una implosión previa (producida por la contracción total, seguida de un lapso de nada, de silencio y no tiempo)  Esa partícula es Dios viviendo a través de su creación, eterna e infinitamente.  El único “movimiento” que puede ser considerado “quietud”.  Como las aspas de un abanico en velocidad máxima, se mueven tan rápido que eventualmente pueden parecer una sola que no se mueve.  Como el hilo de humo que se forma del cigarrillo, un gas que adquiere aparente consistencia sólida. Pero el hombre, como tal, sólo puede concebir MOVIMIENTO O QUIETUD (sólo un estado por separado, sólo un estado a la vez)
Para expresar o entender a Dios hay que pensar, hablar, vivir, soñar, querer en MOVIMIENTO Y QUIETUD (los dos estados simultáneos, la dualidad contemplada en UNO) ¿Podemos?  Claro que sí, somos parte del SER y tenemos un enorme cerebro caótico (favor ver  mi artículo “La eternidad en un momento”) sólo tendríamos que quedarnos QUIETOS, no muertos (bajo los conceptos aquí escritos, la muerte y el nacimiento no existen, son una abstracción, un pedazo de algo que no hemos terminado de entender) Estamos en continuo movimiento (sin querer retrotraer la eterna discusión de Heráclito y Parmenides) primero crecimos luego envejecemos, sólo hay que tratar de frenar el movimiento.  En ese instante percibiremos a Dios en SU MORADA.  ¿Cómo?  No sé si tal sea el objetivo final y real de lo que algunos llaman “meditar”, pero para mí, que soy católico, pues diría que ORAR.  Tal vez no con palabras sino con silencio y quietud, sin forma pero con profundidad.   Como decía al inicio de este artículo sobre la Fe, hay “verdades” que siempre han existido y uno sólo las redescubre.  Todas las religiones del mundo, cada una a su modo, aceptan la oración como algún tipo de vínculo con sus respectivas deidades.  No lo digo yo, lo ha dicho la humanidad a lo largo de la historia.
¿Qué ganamos percibiendo a Dios? Pues, acercarnos a la fuente, reactivarnos, tocar nuestra naturaleza, ser libres, ser nuestra esencia, integrarnos a la creación.  Cuando uno saca un momento de tranquilidad, de paz, uno se renueva, se calma, se relaja, se restablece, percibe a Dios.  Observarán ahora que el mundo pareciera haberse “acelerado” ¿Por qué?  Porque a mayor velocidad es imposible percibirnos a nosotros mismos, al resto y a Dios.  En consecuencia, nuestra vida, nuestra energía se degrada y nos apartamos del Creador.   Un hombre acelerado, no tiene tiempo de pensar, de conocerse a sí mismo y a lo que le rodea.  Un hombre acelerado es fácilmente manipulable.  Un hombre acelerado es un esclavo, mero objeto de producción, y cede el control de su vida a un tercero.  El hombre que se percibe a sí mismo tiene el control de su vida y se acerca a Dios, es un hombre libre.  En consecuencia,  ¿Queremos saber dónde está Dios, percibirlo, queremos estar con Él, necesitamos “saberlo”, queremos VIVIR? pues, me parece que la respuesta es sencilla: OREMOS más.  Dios está en la oración.

La eternidad a cada instante, pensando en 3D y HD (13 de Abril de 2011)

Me ha dado por creer que cada momento en la vida del ser humano, cada instante es como un punto  dentro de un eje de coordenadas  tridimensionales.  Cada punto tiene la potencialidad de proyectarse hacia cualquiera de las tres dimensiones, ayudando a formar líneas, planos o volúmenes.  Si proyectamos dicha intencionalidad hacia la naturaleza caótica del ser humano, cada instante de nuestra vida nos puede lanzar en N direcciones diferentes.  Intelectualmente hablando, antes consideré que la vida era un esquema dual, es decir, Sí o No, Cierto o Falso, Uno o Cero, Blanco o Negro, Día  o Noche, Sístole o Diástole, Consciente e Inconsciente, Fenotipo y Genotipo.  Ahora reconozco que cada momento en  la vida es la transición entre estos dos estados (de naturaleza arquetípica, dos extremos)  Pero dicha transición comprende N (infinitos) estados intermedios.   Por citar un ejemplo: ¿Cuántos números existen del cero al uno, en el sistema de numeración decimal?  En apariencia UNO, en esencia: INFINITOS (contando los decimales)
Haciendo referencia a mi escrito “Los tres estados de Dios”, en el que enfoco la existencia Divina (de la primera voluntad) en función de tres instancias del mismo ser: El No ser (vacío) El total Ser (lleno total) y las infinitas transiciones entre el NO SER intentando SER (EVOLUCIÓN)  Luego se habría de presentar igual cantidad de  infinitos estados transitorios, pero en sentido contrario (surgiendo de la saturación del vacío, aplicando el movimiento en resorte-espiral de la voluntad primigenia o primera vibración)  del total Ser intentando no ser (INVOLUCIÓN) Estos infinitos estados transitorios generados por Dios durante la creación (en uno u otro sentido, evolucionando o involucionando) se reflejan a cada momento en la vida del humano (porque fuimos hechos a imagen y semejanza divina)  Entre lo que decidimos ser (o hacer) algo que no somos (o hacemos) pueden haber infinitos estados de transición, infinitas probabilidades de ser lo que no somos.  Es decir, la vida humana, en cada instante se traduce en una potencialidad infinita de opciones. ¿Pero qué define el resultado y lo que finalmente quede de nuestras acciones? Pues, definitivamente la certeza de nuestras decisiones.  En cualquier caso el efecto es el mismo, nuestra vida se recrea a cada instante, nuestra realidad y nuestro futuro lo hacemos en cada momento.  El concepto de MALO O BUENO no es más que el grado de adaptación al nuevo mundo que hemos creado.  Lo que sí no me parece es que  haya quien “no cambie”, es imposible.  De hecho, físicamente cambiamos a cada rato, en un proceso de generación que llamamos “crecimiento” y otro de degeneración que llamamos “envejecimiento”, indistintamente a que tan consciente seamos de ello.  De igual forma, intelectual y emocionalmente cambiamos a cada instante. 
¿Como seres humanos perfectamente finitos, estaremos en capacidad de concebir estas N probabilidades a cada instante, discernir y accionarnos hacia lo mejor? (considerando “lo mejor” como el reducto de la adaptación entre el no ser y el nuevo ser)  Desde este punto de vista muldimensional, el ser humano es quien finalmente crea su realidad, partiendo de la abstracción vital que le compartió el Creador durante la Creación. ¿Pero habrá algo que regule esa capacidad creativa, inherente a cada ser humano sobre hacer y deshacer sobre su propia existencia? ¿El libre albedrío tendrá entonces algún tipo de marco, si constantemente recreamos nuestra existencia? (Esto considerando las enfermedades congénitas, accidentes, fatalidades y desgracias que heredamos eventualmente ligadas al derecho a la vida, sin elección nuestra, obviando la ley del karma y la teoría de la reencarnación)  Prefiero primero evaluar si estamos o no capacitados para concebir las N posibilidades de vida, que se nos abren a cada instante…yo creo que sí.  Como siempre he dicho: Vivimos en un mundo perfectamente caótico, utilizando nuestro cerebro.  El integra la información que nos llega en cualquier dirección y a todo momento, creando cierto orden cognoscible.  Claro que estamos preparados para aprovecharnos del caos, e interactuar con realidades diferentes e independientes al mismo tiempo.  Lo hacemos cada vez que masticamos chicle y caminaos, conciliamos dos realidades: Masticamos chicle y caminamos.  Lo hacen las mujeres cuando se maquillan en el auto y hablan simultáneamente con sus maridos.  Se miran al espejo, afrontan una realidad y hablan con el marido simultáneamente, afrontando otra realidad.  Lo hacemos todos y cada uno de nosotros al hablar con otra persona, vemos su rostro PERO IMAGINAMOS EL PROPIO (o  por lo menos, lo damos por entendido)  Dos realidades, que a su vez pueden interpretarse como dos caras de una misma realidad a través de la cual vivimos.  Luego, ¿Tenemos o no la capacidad mental de fluir simultáneamente en diferentes sentidos?  Pues, yo digo que sí, y digo que es una facultad innata, y digo que es un regalo divino, que siempre hemos utilizado sin estar del todo conscientes de ello.
El problema es la linealidad, el mundo impositivo en que vivimos, que nos fuerza a ir en una línea, en un solo sentido.  Somos partículas multidimensionales fluyendo dentro del Creador y nos mantienen encerrados en limitaciones, o mejor dicho, nos mantenemos encerrados en ellas. Algo ocurre a nivel de las emociones, algo no hemos aprendido de nuestros umbrales emocionales que circunscriben, por no decir, limitan nuestro razonamiento a una tendencia lineal (sin volumen)  ¿Hasta qué punto nuestras emociones influencian, matan o limitan nuestras nuevas ideas y la capacidad de sobre exponer a nuestro cerebro a la diversidad de pensamientos, que lo obligue casi por desgaste, a utilizarse en una mayor capacidad?  ¿Será acaso la misma “emotividad” que nos somete a voluntad, por comodidad, o por imposición, los unos a los otros? ¿Hasta qué punto la irracionalidad puede ser una ruptura extrema de la racionalidad para con la linealidad/monotonía de pensamiento sometido? Es una pena subutilizarnos de esta forma, por no decir que es un crimen.  Pienso que de la capacidad de contemplar simultáneamente diferentes opciones, nace por intuición, por naturaleza propia de nuestro cerebro, LA VERDAD.  Una verdad, un pensamiento que tal vez no nos venga en forma de números o letras, sino de imágenes y sentimientos.  Imágenes y sentimientos que resuelven situaciones racionales, equivale a pensar en tres dimensiones.  Tal vez el plano ya se nos quedó corto, hay humanos que están queriendo diversificar su forma de pensar.  Más allá de las ecuaciones (esto lo digo como ingeniero) habrá un camino, una forma de conocimiento TANGIBLE.  Si no fuera así, si no tuviéramos esa capacidad, cómo sería posible (a veces) resolver problemas mientras dormimos ¿?  El subconsciente trabaja con imágenes, y   en algún lugar que aún desconocemos se integra perfectamente con el consciente.  Es decir, si alguna vez recién despertados, han intentado recordar el sueño último, lo más seguro es que notaron cómo se han iban quedado dormidos nuevamente.  ¿Pueden interactuar el consciente y el inconsciente  simultáneamente?  Yo creo que sí, otra cosa es que lo notemos.
He empezado a creer en una NUEVA FORMA DE RAZONAMIENTO, muy alejada de los caminos seguros del razonamiento (ver mi artículo con el mismo nombre) que hasta el momento nos han llevado a ser más destructivos que constructivos.  ¿Hasta qué punto hemos ignorado nuestras potencialidades?  ¿O será que le tememos a un mundo donde todos podamos ver en trescientos sesenta grados, no sólo en ciento ochenta (ciento ochenta con los ojos, ciento ochenta con el conocimiento)? ¿Estaremos maduros, preparados para eso?  ¿Será que hemos estado más preocupados de nuestros defectos y debilidades, más que descubrir nuestras virtudes o capacidades?  Alguien una vez me dijo (no recuerdo si lo he comentado en otros artículos, me parece que sí) que para hablar bien en inglés había que pensar en inglés, no pensar en español y luego traducir.  A veces creo que el mundo (no el planeta) se le ha quedado demasiado chico a la humanidad.  Vivimos en una realidad de odio reforzado, que genera dolor, el dolor es un vehículo de aprendizaje no así el aprendizaje en sí.  Nada crece sometido al dolor constante, bruto e improductivo que nada enseña.  El ser humano se ha atrofiado por cuenta propia.  Pero, tal parece que esto ya no será así, aunque romper el molde nos duela un poco, nuestras facultades son muy superiores a la maldad que hemos generado.    Dios no nos creó para ser infelices, ni miserables, eso ha sido nuestra elección, de entre N probabilidades hemos vivido eligiendo la peor.  Pero nuestra naturaleza es otra, somos seres de infinitas potencialidades y vivimos la eternidad a cada instante, consciente o inconscientemente.

¿Y mientras tanto, qué hacemos con el dolor? (20 de Marzo de 2011)

El dolor es una alerta, un aviso de que algo no anda bien y debemos corregirlo.  En tal caso el dolor no puede ser considerado “malo”,  pero en exceso se vuelve dañino y establece que la persona no está siendo consciente u honesta consigo misma.  He descubierto recientemente que hay personas que se vuelven adictas a este tipo de sensación, ya sea porque la imparten, o porque la reciben de manera obsesiva y no pocas veces inconsciente, incorporándola a sus hábitos vitales.  Así las cosas, de un mecanismo primitivo de defensa o corrección, el dolor puede convertirse en un mecanismo ofensivo recurrente. 

Hace poco he venido entendiendo que aquel que da dolor, de alguna forma termina recibiéndolo.  Así como uno está vinculado a todas sus acciones y es responsable del efecto que genere a través de ellas, así mismo estamos vinculados directamente al dolor que impartimos y somos responsables del mismo.  Otra cosa es que estemos conscientes de ello, dado que hay un grupo grande de personas que, para evitar la responsabilidad del dolor que imparten, se evaden o reparten más dolor cuando están dolidos.  Es como tratar de salir de una carretera totalmente circular, tirándose del auto o acelerando.  Lo único que conseguimos es aumentar el dolor (hacia nosotros mismos o hacia los demás), frustración y desesperanza (favor ver mi escrito, la rueda del Hámster)    
Para poder combatir el dolor es necesario ser honesto con uno mismo, reconocer qué tan profundo y devastador fue el daño, luego PENSAR (NO actuar)  ¿Hasta qué punto le permitimos al resto de las personas dañarnos?  Evaluar, desde una lógica completamente objetiva, si devolver el dolor nos quitará sus efectos de encima.  Pienso que de algo ayuda entender o, mejor dicho, reconocer al dolor como un proceso completamente natural y de aprendizaje.  Definitivamente que dejárnoslo dentro, o fingir que no existe, no soluciona el problema.  Así he visto muchas personas, que son un perfecto almacenamiento de dolor, de una u otra forma, se acostumbran a almacenar dolor.  El problema es que el dolor, como decía, es una alerta, algo que fue diseñado para avisar y corregir, NO para que lo anidemos o lo propaguemos.  Es una alerta, una alerta para con uno mismo, en la mayoría de los casos.  Entender al dolor es algo que parecerá incongruente y necio.  Dicho entendimiento puede ser rápido o demorado, según la naturaleza del dolor recibido (Referirse a mi artículo “Lo que nos enseña el dolor”)

A veces tenemos que sufrir cosas inhumanas, tan ilógicas que uno se pregunta ¿De qué vale sufrirlas?  Es más, existen dolores tan profundos (de imposición casi dogmática, por decirlo de cualquier forma) que nos llevan a cuestionar la justicia divina o la existencia de Dios.  Dolores que destruyen al individuo y atentan contra la naturaleza humana.  Yo, Víctor Paz, jamás podré tener respuesta para tales casos.  Me aterra hablar de ellos, aunque bien pudiera sentarme a especular mucho tiempo.  En determinados momentos de mi vida he sufrido situaciones tan dolorosas que jamás quisiera volver a vivir, pero nada quita que pueda sufrir otras peorres.  Ese tipo de dolor no es materia de este artículo, definitivamente, dado que sus proporciones invalidan cualquiera de mis argumentaciones al respecto.

Me refiero al dolor silvestre, al dolor acumulativo, al dolor que vivimos proporcionándonos los unos a los otros, aquel que parece inofensivo, que envenena y mata a largo plazo.  Aquel dolor que de tanto acumularse en un individuo, daña su corazón, crea guerras y contamina planetas.  Aquel dolor que podemos racionalizar, aquel dolor que confundimos a diario con “un estilo de vida”.  El peor vicio de la humanidad no es el cigarrillo, ni el alcohol, ni el sexo, el peor vicio de la humanidad es el dolor.  Recientemente he podido descubrir que respondo agresivamente, durante situaciones  de mediano a alto impacto.  Me avergüenza reconocer que he vivido un gran tramo de la vida, dejando que los demás me lleven y traigan halado de mis propias emociones.  No llego a la sabiduría proclamada por Cristo y Sócrates en cuanto a asimilar el dolor sin devolverlo, pero digamos que empiezo a entender el concepto.  El asunto de la afectación del dolor, va en función a qué tanto estemos vinculados a la fuente que lo genera.  Es increíble pero el dolor se debe al apego y genera apego, por las cosas y las personas.  Uno cree que devolver dolor, a veces en defensa propia, es válido.  Una cosa es defenderse y otra cosa atacar, pienso que las diferencia claramente la disposición racional del afectado.  Por lo general pensamos que el amor o el cariño son emociones que nos unen a los demás.  Me costó entender que el dolor y el odio también vincula y nos condicionan a los demás (Favor ver mi escrito “Introspección de la rabia”)

El dolor es una alerta que hay que entender en primera instancia (siempre que la situación lo permita)  Primero, determinar el nivel de afectación mediante algún proceso de introspección.  Luego, frenar el detonante, impulso o reflejo de devolverlo inmediatamente.  Determinar  el nivel de afectación y frenar el impulso de vuelta, nos ayudará a entender cómo tratarlo.  Fingir que no existe o preservarlo (dentro de uno mismo, o hacia los demás) suele agravar la situación.  Lo ideal es solucionar el problema que lo generó, ya sea modificando nuestro proceder, o desapegarnos a la situación o personas que lo generaron.  A veces no está a nuestro haber solucionar un problema que genera dolor. En dicho caso,  hay que dejar la situación en manos de Dios, pedir mucha claridad para la persona que imparte el dolor, y mucha fuerza para uno mismo (y paciencia para con los demás) Una vez “resuelto el dolor” habrá que almacenarlo en memoria, como recuerdo de algo aprendido (evitando reavivar emociones retrógradas)  Viene a bien comparar el tratamiento del dolor, con la exposición a determinado componente radiactivo.  Primero hay que determinar el nivel de radiación (recuento de daños internos), uniformarse para poder manipularlo (aislarlo de nuestras emociones, en lugar de devolver el dolor, racionalizar cómo eliminarlo) y luego eliminarlo (desecharlo, o utilizarlo a favor si se está en capacidad)   Para asimilar el impacto inicial de quien nos ha causado dolor, es importante ver detrás de dicho ataque y tratar de ver atrás de quien nos ataca.  Muchas veces, las personas están tan repletas de dolor y de ignorancia para consigo mismas, que transmitirlo se les convierte en un asunto de supervivencia.  Son personas más dañadas que uno, que requieren de mucho soporte, pero que, por algún problema de comunicación (ver mi artículo, “El lado sublime de la comunicación”) no saben cómo solicitar ayuda.  No pocas veces las agresiones esconden tras sí, desesperados gritos de “AUXILIO” (sólo hay que analizar a la persona y su contexto)  Pero también debemos entender que eventualmente,  a ese tipo de personas sólo las puede ayudar Dios, en consecuencia, hay que pedir mucho por ellas.  Creo que tal vez de eso se trate lo de “presentar la otra mejilla”.

Es muy importante entender que ligarnos al dolor (ya sea conservándolo o propagándolo) nos vincula a él mismo en su estado actual o amplificado.  Evadirlo, hará topárnoslo a futuro en peores condiciones.  Ayuda muchísimo entender, o respetar el libre albedrío ajeno, y tomarlo como norma en el plano mental y emocional.  Respetar la libertad de las personas a pensar y sentir lo que quieran, inclusive y principalmente, para con uno mismo, sin necesidad de correr a sentirnos lastimados o lastimar a nadie por ello.   Es decir, respetar el derecho a las personas a considerarnos perfectos imbéciles, y a no querer estar con nosotros, sin que eso implique insultarles o dañarles de una u otra forma.  Las demás personas no tienen por qué pensar acorde a mí (sin que eso implique que sean estúpidos o tarados) las demás personas no tienen que quererme (sin que eso implique que me odien, o que yo tenga que odiarlas o dañarlas) las demás personas no tienen que actuar como actúo yo (ni mucho menos a favor mío).  En pocas palabras, no esperar NADA DE NADIE, ni de NADA.  Vivir la vida por el simple derecho a vivirla, y bajo la responsabilidad que implica vivirla,  percibiendo el presente tal cual, amando la vida no en función de los demás (ni de sus cosas buenas, ni de sus cosas malas) sino en función de uno mismo y en función de la vida misma (la vida sola es bonita, nadie tiene que hacérnosla bonita)  Ya después habrá un tremendo tiempo para querer al resto, ya después estaremos en capacidad de querer a los demás, si podemos, si estamos en capacidad de aceptar que ellos no tienen que querernos, ni pensar como nosotros, ni actuar como nosotros (y gracias a Dios, nosotros tampoco como ellos)  Sólo entonces podremos querer sin que nos quieran y dar sin recibir, y dar sin mirar a quien. 

Así las cosas, la vida, nuestra vida será totalmente nuestra y no de los demás.  Sólo siendo responsables de nosotros mismos podremos amarnos a nosotros mismos (no a nuestra concupiscencia, defectos ni debilidades) y a los demás.  Porque el hombre debe ser (existir) primero en función a sí mismo y a Dios.  Luego vivirá con los demás, sin esperar nada a cambio.  Es más fácil conocer al mundo conociéndose a uno mismo, que conocerse a uno mismo conociendo primero al mundo.  De esta responsabilidad para con uno mismo, nace la responsabilidad hacia los demás, porque inevitablemente terminaremos entendiendo que cada acción nuestra, tiene repercusión en nosotros mismos y en los demás, incluyendo aquellas que generan dolor. 

El lado sublime de la comunicación (20 de Marzo de 2011)

En la vida existen dos tipos de personas, las que tienen más tendencia a irradiar ,y las que tienen más tendencia a recibir.  Esto lo digo yo, lo estoy inventando, no tiene nada que ver con ninguna filosofía antigua, ni religión alguna.  Las personas que irradian a veces no se dan cuenta de cuánto irradian, ni qué irradian, sólo lo perciben quienes tenga alrededor suyo (como el mal olor en las axilas)  Se puede ver un ejemplo clásico en ciertas mujeres embarazadas, algunas personas alrededor suyo llegan a percibir toda su sintomatología (vómitos, mareos, náuseas) Esta persona es del tipo que irradia, los otros son receptores.  Todas las personas se comunican entre ellas (o con el medio) no sólo mediante acciones, vocablos, palabras o gestos, sino también por emociones y “otras cosas intangibles”(Ejemplo, cuando despertamos segundos antes de que el despertador suene, cuando estamos pensando en alguien y aparece –o llama-, cuando tenemos una canción en mente y aparece otro silbándola o cantándola, personas que a simple vista nos caen bien o mal)  Solemos ser más “receptivos” o “emisores”  con aquellos que de una u otra forma, tenemos más cerca (familiares, compañeros de trabajo y amigos)  Como las antenas  para con las ondas de radio, a medida que nos alejamos de la fuente emisora, se pierde la señal.  De hecho, muchos de nosotros vivimos a una frecuencia determinada, preestablecida a “recibir” señales de cierto tipo de emisor (de cierto tipo de gente)  Y nuestra vida suele desarrollarse en función a ese tipo de gente (gente del mismo círculo social, laboral o personal)  Por otro lado, suele ocurrir que lo que recibimos  (y a quiénes recibimos) está estrechamente ligado a lo que emitimos y a quiénes lo emitimos (entendiendo que cada uno de nosotros emite y recibe simultáneamente, con cierta tendencia o polaridad a ser más receptivos que emisores, o más emisores que receptivos)  Todo este entorno constituye el lado sutil de la comunicación, vivimos inmersos en él y lo practicamos a cada rato voluntaria e involuntariamente.  

La comunicación va por encima de las palabras, dichas o escritas, e inclusive de los gestos, la comunicación es una expresión de todo ser vivo (y no exclusiva de los humanos) La única forma de no comunicarnos completamente, es estando muertos.  Nos comunicamos utilizando todo nuestro ser (no sólo con la boca o las manos) y a cada momento (no sólo cuando hablamos o escribimos) y a todos los que tenemos cerca (no sólo a los que tenemos más cerca)  La pregunta es: ¿Qué tan consciente estamos de lo que comunicamos, a quién se lo comunicamos, qué comunicamos, cuánto comunicamos, cómo comunicamos y para qué comunicamos???...  La comunicación va tan ligada a la vida, que si no nos comunicamos podemos morir.  La comunicación se asocia a centros vitales nuestros, tal y como trabaja el corazón o los pulmones.  Pero hay un detalle, el funcionamiento de mi corazón y de mí pulmón es asunto exclusivamente mío, no así la comunicación.  Al no estar consciente de mí mismo y de lo que comunico o de cómo lo comunico, puede romper mi relación con todo lo que me rodea.  ¿Qué ocurre si mandamos señales equívocas?  Pues, las personas nos verán de una forma incorrecta y las respuestas que obtendremos de ellas, serán equivocadas.  Es decir, si queremos que alguien nos responda algo adecuado, pues primero tenemos que hacerle la pregunta adecuada.  Y para hacer la pregunta adecuada, primero tenemos que estar claros con nosotros mismos y con lo que vamos a preguntar.

¿Qué ocurre con el ser humano actualmente?  Formula preguntas equivocadas, obtiene respuestas equivocadas, pelea (se defiende o ataca) a causa de las respuestas equivocadas, “duda de la validez” de su propio cuestionamiento y no entiende por qué le responden una cosa muy distinta a lo que quiso preguntar (recordemos que no es consciente de lo que preguntó)  De tal suerte nos acostumbramos a NO ESCUCHAR A LO DEMÁS, a no ser que digan lo que queremos oír.   Insistimos e insistimos en un punto, en tener la razón, en que “no nos escuchan”.  La pregunta es: ¿Hemos escuchado nosotros?  La respuesta es sencilla, sólo queremos escuchar lo que queremos escuchar, lo/los demás no existen.  Vivimos en un mundo de sordos, de gente hablando a otros que no quieren escucharlos, sino escucharse a sí mismos.  ¿Ahora pregunto, podremos oír bien el estallido de un reactor nuclear o el ruido sordo previo a un temblor, o las marejadas devastadoras de un tsunami, o las explosiones en Libia? ¿O será que en realidad las vemos sin oír, porque sólo queremos escuchar que Libia y Japón están demasiado lejos de Panamá?  ¿Pero acaso estarán lo suficientemente lejos, como para darnos el lujo de no escucharlas? El tsunami llegó hasta acá, las nubes radioactivas de Japón también… No sé por qué me extraña esta actitud nuestra, si hasta hace unos días tampoco queríamos escuchar las quejas de los indios, ni la de los intoxicados de la CSS  ¿Necesitamos oír el estridente grito de alguien muriendo, para ponernos a pensar que tal vez podamos morir de igual o peor forma?  Oímos sólo lo que nos place oír.  

Cuando uno aprende a comunicarse (NO A IMPONERSE) con lo que le rodea, asume la responsabilidad de estar “en línea” con lo demás y los demás, para bien o para mal.  Te alegras por y con el resto, sufres con y por el resto, siendo uno con el resto.  Esta actitud la practicamos en cierta forma hacia nuestros seres queridos, pero la atenuamos en exceso hacia el resto de las personas y del mundo. Entre tanto intentamos transformar a nuestros conocidos y seres queridos, en extensiones de nuestro EGO (antropomorfismo extremo, irrespetando el libre albedrío mental, físico y emocional)  El EGO puede terminar siendo el enviciamiento de uno para con uno mismo, o simplemente la falsa imagen que proyectamos a los demás.  Dado que comúnmente andamos desorientados, es decir, pensamos una cosa, queremos otra, decimos otra y hacemos otra, le COMUNICAMOS al resto de las personas una proyección demasiado inestable de lo que en realidad somos.  Les entregamos un ser extraño que no es lo que dice ser, oculta sus sentimientos, tiene pensamientos antagónicos y reacciona no pocas veces a la defensiva u ofensiva.  Por otro lado ¿Cómo vamos a COMUNICARNOS con el resto, si no sabemos cómo interactuar con nosotros mismos?  ¿Cómo ser solidario con los demás, si no sabemos qué somos, ni qué queremos ser?  Nos pusieron sobre la tierra y nos dieron cinco sentidos.  ¿Cinco sentidos para qué? Para percibir lo que nos rodea, comunicarnos e interactuar con el entorno.  Si nos comunicamos erróneamente, la retroalimentación del medio para con nosotros será igualmente equivocada.  De una u otra forma, el medio (y nosotros mismos) terminará (terminaremos) atentando contra nuestra supervivencia, en deterioro profundo de nuestra calidad de vida.  Así es cómo el ser humano, tratando de hacer su vida más fácil, la vuelve aún más difícil.  

Si se fijan, todo parte de algo que estamos haciendo mal y que enviamos mal (consciente o inconscientemente) al resto de las personas.  Eso se llama, ignorancia para con uno mismo, ignorancia para con los demás  e ignorancia para con lo demás.  Hay que eliminar las interrupciones de uno para con uno mismo, es decir, domar al EGO.  Al ego se le doma, curiosamente, eliminando el concubinato de nuestra concupiscencia (y debilidades) para con el resto de nuestro entorno (personas o cosas)  Dejar de vivir supeditado a los demás sin vivir en contra de ellos, sino con ellos.  La concupiscencia y nuestras debilidades nos atan y someten a nosotros mismos, luego en consecuencia nos someten  a los demás (cónyuge, jefe, pastor, compañeros, amigos, enemigos) y a lo demás (dinero, trabajo, sexo, alcohol, drogas)  Detrás de todo este mundo sensorial, emotivo y mental que nos hace contrariar (en lugar de convivir con el resto de las personas) muy a través de nuestros temores, debilidades y placeres existe un ente rector, que todos tenemos pero con el que nadie se COMUNICA, nuestro espíritu.  Él es quien pone en orden la casa, pero, entre tantas capas de carne, emoción y pensamientos, pues, lo enterramos.  Él sale a flote cuando estamos cerca, percibimos o intuimos su real fuente: Dios.  En cierta forma, mientras más nos alejemos de esa fuente, más lo enterramos a lo interno nuestro.  Claro está que el EGO negará su/SU existencia, y nos dirá o nos hará ver que somos suficiente mental, física y emotivamente ¿Es así?  ¿Será que la humildad de reconocer que NO SOMOS SUFICIENTE, la humildad de reconocer que “siempre hay ALGO más” vacunaría a los demás y a nosotros mismos, de nosotros mismos? 

Siguiendo la trinidad existencial, cada cosa existente tiene tres formas básicas de ser: Una interna (preexistencia) y otra externa (existencia) conformando la dualidad, y un tercer estado transitorio al pasar de una forma  a la otra.  La comunicación externa es un reflejo de la comunicación interna, en el intermedio estamos nosotros sufriendo entre lo interno y lo externo (es el tercer estado, rabia, frustración, dolor)  La comunicación interna es la que mantenemos con y hacia nuestro ser interno, nuestro espíritu (que a su vez es un reflejo de cómo nuestro espíritu se comunica con Dios) La externa es la comunicación que mantenemos con y hacia los demás.  Arreglemos la interna y luego fluyamos indistintamente, en cualquier dirección, del interior al exterior o del exterior al interior de nosotros mismos, sin discordias ni choques dolorosos (Fluyendo de los demás hacia nosotros y de nosotros hacia los demás)

Nuestra querida y gran especie (12 de Marzo de 2011)

Bueno, ¿Qué le pasa a la tierra? Yo no sé, pero es la pregunta que muy en el fondo cada uno de nosotros se estará haciendo, pese a todos los mecanismos racionales de evasión que podamos inventar.  El tsunami aquel que mató a tanta gente, el tsunami que acaba de pasar en Japón, terremoto en China, el más reciente en Japón, Haití, Chile etc. También no sé si recuerdan en el 2010, cuando aquel volcán de Islandia empezó a arrojar cenizas y paralizó los vuelos de Europa. Los cambios en el clima, ¿Recuerdan las inundaciones del año pasado en varios de países? Todo en muy poco tiempo.  Estas últimas revoluciones populares (Túnez, Egipto, Libia) estallidos sociales de tipo “Revolución francesa” orquestados a través de redes sociales.  No sé si se han dado cuenta, pero ya estamos por pasar la cuarta parte del 2011, vamos a entrar al cuarto mes. ¿Rápido?  ¿Han tenido ustedes conciencia completa de Enero, Febrero y Marzo?  Los pequeños temblores, cada vez más frecuentes en Panamá capital, y el calor insoportable.  Tal parece que tierra y humanos, estuviéramos pasando por un acontecimiento progresivo crónico. ¿Qué tan conscientes estamos de ello, o seguimos pensando que son acontecimientos aislados?

Hay una explicación muy coherente para todo esto, como me han dicho algunos familiares.  Ahora hay Internet y la gente puede filmarlo todo, y comunicarlo todo casi instantáneamente.  Cada cosa “se pega” a la red, los teléfonos, las casas, la televisión inclusive.  Tal vez por eso hemos estado siendo testigos de eventos mundiales casi simultáneos, perfectamente naturales, que antes (por el atraso de la tecnología) nos llegaban tan en diferido que perdían importancia.  Ahora no, ahora hay un terremoto en Japón y toda América queda en alerta de tsunami.  Eso es bueno, porque por primera vez en la historia humana, estamos entendiendo que la humanidad es una sola nación.  Es decir, si varios de los reactores afectados en el terremoto de Japón explotasen… (Dios no quiera) gran parte de la tierra quedaría dañada ¿Nos afectaría en Panamá?  La tecnología ha acortado distancia y nos está ayudando a entender que SOMOS UNO, ¡BIEN!   Quizás por eso el tiempo nos parece tan corto, por el continuo y casi patológico bombardeo de información, en que vivimos sumidos (el lado malo del asunto)   

Por otro lado empieza la gente con lo del fin del mundo, ya sea por invasión extraterrestre, por un proceso natural de la tierra, porque el planeta será impactado por un cuerpo del espacio, o por una conspiración ENORME entre gobiernos de las potencias terrestres y representantes extraterrestres.  Desde otro lado brotan las teorías apocalípticas de los religiosos, sobre el fin del mundo.  También el asunto de los conservacionistas, con relación a la contaminación global y la existencia humana como una especie de cáncer para la tierra.  Y desde luego, el siempre eterno miedo a una enorme guerra mundial que pueda destruir al planeta y la especie.  El 2012 es la nueva histeria colectiva, la nueva psicosis planetaria, el nuevo Y2K (recordando el final del milenio y el supuesto colapso electrónico en que caerían todas las computadoras) El 2012 se ha convertido en una especie de marca publicitaria, un logro más de la muy lucrativa empresa del miedo, del terror.  Pero a diferencia del año dos mil, ahora sí parece que algo le estuviera pasando a la tierra, que pudiera afectar negativamente a nuestra especie.

¿Qué yo pienso?  Primero he de enfocar al planeta como a un ser vivo y a la humanidad como a otro ser vivo. La vida de la especie humana en comparación a la vida del planeta, es bastante más corta.  Luego, ¿Cómo podríamos percibir al planeta como a un ser vivo? el cerebro humano es tan limitado que para romper esta diferencia de “tiempo vivido” entre especie humana y planeta, nos quedamos cortos.  Es decir, somos totalmente incapaces de percibir al planeta como percibiríamos a otro humano.  Lo vemos como a una roca muerta que podemos pisar, o lo vemos como  un bonito lugar donde situar nuestro trasero, orina, excremento, basura, radioactividad etc. (un tinaco gigantesco)  Es el mismo problema que presentaría un ácaro en la piel, al intentar “concebir” al ser que lo porta.  Cuando uno se rasca, tal vez se lleve algunos ácaros en la uña.  Ahora puede que el planeta se esté rascando, o puede que el portador esté mudando la piel (digamos que fue a la playa y se quemó un poco)  Lo primero es producto de nuestra acción (un ácaro que picó demasiado, una uña que lo arrancó) lo segundo ya es un proceso natural del portador (el planeta) afectando a su huésped (la especie humana) 

¿Qué está ocurriendo? tal vez lo supiéramos de haber establecido una relación más cordial con nuestro anfitrión, el planeta.  Nos hemos dedicado a hacer armas de destrucción masiva, a inventar drogas, viajar a la Luna pero ¿Conocemos al planeta, podemos comunicarnos con él (fuera de cantarle a una planta mientras la regamos)? Digo, tiene que haber alguna relación, alguna forma de comunicación entre el planeta y cada ser humano que lo habita, de lo contrario, Dios no nos hubiera puesto sobre él.  El problema es que ¡NO LA CONOCEMOS!  Nos hemos acostumbrado a ver a la Tierra, como a una fuente inagotable de todas nuestras pendejadas, no así como a un ser vivo.  Ahora nos da terror saberla viva, aún más nos aterroriza la idea de saberla disgustada o enferma, porque hemos sido tremendamente ingratos con ella.  La tierra está sufriendo MUCHO, hace poco tuve la oportunidad de percibirlo y pasé veinte minutos tirado en el piso sin poder moverme, porque sentí mis músculos de la pierna derecha tan torcidos, que creí que me iban a partir los huesos.  El espasmo fue tal, que descubrí músculos que no sabía que tenía en mi pierna.  

El ser inteligente que llamamos “hombre”, como lo he escrito en artículos anteriores, es un tipo muy desorientado.  No se entiende a sí mismo, no entiende a los demás y ni siquiera entiende el lugar donde está.  Vive exigiendo respuestas a preguntas mal formuladas, y se responde él mismo equivocadamente.  Está en constante guerra consigo mismo, con los demás y con lo que le rodea, culpando a todos/todo de lo que le ocurre, sin poder ver sus propios errores y siendo terriblemente dañino.     Como he mencionado en otros artículos, nos hemos abusado tanto los unos a los otros, que hemos creado una conciencia colectiva enferma, deprimida, sicótica, tendiente a la autodestrucción.  Sabemos que no hemos hecho bien las cosas, llevamos eso por dentro, reventamos con el de al lado y el peso sigue creciendo, reventamos contra lo que nos rodea y el peso sigue creciendo, por último terminamos reventando contra nosotros mismos para que el peso no crezca más.  Eso se llama depresión con tendencia al suicidio; para efectos de esta sociedad y la especie humana, me refiero a la AUTODESTRUCCIÓN.  Fantasía sicótica que nuestra prodigiosa humanidad, ha generado al convertirse en víctima de su propia actitud. Así como un maníaco-depresivo  tiene que consumir drogas medicadas para no matarse, esta sociedad vive drogándose con todo tipo de substancias o situaciones (alcohol, drogas, sexo, televisión, trabajo) para no autodestruirse.  Ya no nos calma siquiera atacar a Dios, sino que ahora lo negamos y, desde luego, hemos negado toda su creación, incluyéndonos como especie.   

Para colmo, la idea absurda de traer a un ente intergaláctico mucho más poderoso, que nos someta y castigue, para luego inventarnos otro ser intergaláctico aún mucho más poderoso que nos libere (ni siquiera en la fantasía, podemos ser responsables de nosotros mismos)  Inventamos ideas, historias, cuentos para castigarnos y liberarnos a nosotros mismos de nosotros mismos.  Es una terrible y constante alienación que estamos viviendo como especie, para no tomar responsabilidad sobre nuestra propia existencia, ni sobre el lugar que nos acoge.  Ahora esto se nos sale de control, ya no parece otra de nuestras fantasías de fin de mundo.  Empezamos a percibir que en cualquier momento la vida borrará a nuestra especie, haciendo surgir otra que funcione mejor (si es que ya no lo ha hecho, y nosotros estamos viviendo el residuo de los días)  El problema de tener un EGO tan grande como especie, es que, mientras fantaseamos finales estrambóticos y gloriosos, perdemos el contacto con la realidad.  Es preciso madurar y entender que el universo jamás ha girado alrededor nuestro, en otras palabras, no le somos imprescindibles.  Sólo somos imprescindibles para nosotros mismos, pero eso tampoco lo entendemos (porque seguimos matándonos los unos a los otros)

Yo no sé qué le pasa al planeta, son tantas las cosas que dicen y otras tantas que pudieran ser realmente….  No sé si de verdad existen terribles conspiraciones, yo no sé si los extraterrestres vienen, viven aquí o están de paso.  Yo apenas estoy empezando a descubrir que vivo inmerso en una décima parte, de la realidad que me rodea y da vida.  En cierta forma, me aterra reconocer las otras nueve partes.  Pero algo me está diciendo que si no empiezo a interesarme por ese mundo, tarde o temprano ese mundo va a dejar de interesarse en mí y en mi existencia. Quiera Dios que semejante cosa,  no le ocurra a nuestra especie.  Sin embargo, es recomendable tener algo de prudencia, es decir, si no entendemos qué pasa, ni por qué pasa, más vale tomar una o varias precauciones. Si ha pasado en Haití, Japón, Chile, Indonesia, puede que ocurra en Centro América y puede que afecte a Panamá.  No por alarmismos, sino por sentido común, hay que estar preparados para cualquier cosa.  Escucho a muchas personas diciendo que Panamá es tan débil y vulnerable, que pase lo que pase no hay cómo defenderse.  Bueno, yo considero que desde el momento en que nos dieron la vida, la responsabilidad era vivirla, no dejarse morir.

En consecuencia, hay que estar pendiente.  Y sobretodo, ir buscando la forma de regresar a Dios, empezando a ser más espiritual (cada cual en su creencia)  Definir lugares “seguros” en nuestra residencia, establecer un almacén de comida (preservadas) agua, medicinas y útiles de primera necesidad.  Definir dos vías de evacuación, una principal y otra alterna.  Tener una/dos maleta/s mediana/s con alimentos en conserva, medicina y útiles de supervivencia.  Establecer planes de desalojo, instruir a los menores y dependientes, cada uno en su rol y ensayarlo.  He querido hacer más útil este correo, por lo cual adjunto una guía de supervivencia que repartían en Japón antes de que ocurriera el terremoto.  Está en inglés, espero les sea de provecho.