La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

sábado, 4 de junio de 2011

¿Dónde está Dios? (15 de Abril de 2011)

          Muchas veces me he hecho esta pregunta: ¿Dónde está Dios?  La primera vez que me la hice estaba solo y tenía siete años aproximadamente. Recuerdo  perfectamente que caí en una cadena de conjeturas muy similar al siguiente monólogo:
― ¿Dónde vive Dios?
― Seguro ha de vivir en el cielo (es lo que todos dicen)
― Si el cielo está lleno de nubes, cómo es que no se cae de allí…
Al responder esta pregunta, tuve una de las primeras certezas de mi vida.  Lo hice con tanta seguridad, que casi parecería haberme respondido alguien de mucho más conocimiento:
― Dios no se cae del cielo, porque Dios es un espíritu y no pesa. 
Yo siempre he tenido una comunicación perfecta con Él, esto extrañará a muchos de ustedes que me conocen como un hombre muy poco espiritual, crítico, analítico y negativo.  Pero siempre he hablado con Dios de igual forma a como hablaría con cualquiera de ustedes, sin precisar iglesia o intermediarios.  Y Él me ha respondido tal y como lo haría cualquiera de ustedes, muchas veces inmediata y claramente.  Estoy revelando en este artículo, una fase personal que varios de ustedes no conocen, aunque algunos me han tratado de casi toda la vida.  Las cosas “brillantes” a las que me han podido vincular en determinado momento, no han sido mías sino simple respuesta divina.  Ustedes me han conocido como un tipo de carácter fuerte, demasiado rudo en algunas situaciones, pero la verdad es que mi fortaleza ha venido siempre de Dios.  Nunca he caminado solo, y jamás me he sentido solo. 
Ni en los momentos más difíciles de la vida, cito la muerte de mi padre (que casi me destruye a los veintiún años)  Fue un momento en el cual pregunté profundamente, con todas las fibras de mi carne, con cada neurona de mi cerebro, con mucho dolor, lágrimas  y extrema rabia: ¿Dónde está Dios?  Y Él me ayudó a salir de aquel agujero negro, entregándole a mi padre.  Sí, sobreviví al momento atándome a Dios.  Él respondió a mi pregunta con total claridad, y entonces supe que Dios estaba en todos lados.  Sí, ahora entiendo que Dios está en todos lados y a cada momento de nuestras vidas, ayudándonos a vivirlas, pero jamás viviéndolas por nosotros (tanto para lo bueno, como para lo malo)   Que en el fondo es lo que quieren los ateos, que alguien más  viva su vida por ellos (sobre todo en los momentos más difíciles, que absurda y desesperadamente lo llaman blasfemándole o  negándole)
Dios es lo único que puede sobrevivir al vacío total, y hablarnos desde allí. Tal vez será porque Dios es el vacío (la nada) y todo lo que lo llena (o va llenando)  El ser humano quizás sea una abstracción suya, capaz de percibirse a sí misma desde un punto externo a sí mismo,  aunque no del todo desvinculado (porque nos vincula el espíritu a cada instante)  Mil disculpas si me pongo muy esotérico y enredado cuando escribo estos artículos, los pongo tal y como vienen a mi cabeza, y a veces no encuentro las palabras adecuadas.  Quisiera no escribirlos y seguir viviendo anónimamente esta especie de espiritualidad, pero algo me insiste en que lo publique.  Dios es la voz que nos responde cuando pensamos que ya todo se ha acabado, es lo que sobrevive al más allá, lo que está después, lo que está aquí, al lado nuestro y en todas partes (incluyéndonos a nosotros mismos, en lo físico y lo abstracto)  Por eso digo, y sostengo que para poder apreciar a Dios en su total magnitud, hay que apreciarlo a través de SU CREACIÓN.  Pero cómo apreciar la creación si vivimos en contra suya, declarándole la guerra a todo, a todos y  a nosotros mismos en cada momento.
De muy joven noté que cada vez que oraba, una leve brisa me acariciaba el hombro o la espalda.  Así fue como empecé a saber que Dios estaba junto a mí.  Inicialmente creí que se trataba de algo psicológico, algo que tal vez yo quería creer pero que no era cierto (una especie de obsesión)  Poco después empecé a orar en diferentes lugares (sagrados  o no)  y en cualquier situación, para poder comprobar si aquella brisa era alguna manifestación divina.  La brisa siempre soplaba, aún en lugares secos y en momentos sin brisa.  Y no sólo empezó a soplar con más fuerza en mi hombro, sino que  venía acompañada de una gran certeza de compañía, LO percibí sin pensar.  Luego supe (un par de años después) que existen algunas culturas indígenas que asocian la presencia de Dios a una especie de brisa en los lugares sagrados.  Entonces supe, que tal vez mi suposición no era del todo falsa.  Ya de adulto he sabido que muchas culturas asocian a Dios al aire, porque el aire es lo que nos mantiene vivos en primera instancia.  En consecuencia, Dios puede manifestarse a través del aire.
¿Fe? No me atrevería a llamarlo de esa forma, la palabra fe la han mitificado tanto, que ya no quisiera utilizarla.  Prefiero decir “certeza”, aceptar un hecho sin mediar comprobación lógica, aceptar algo con todo el organismo, sin resistencia mental, entregándose a la idea (o imagen) Reconociendo que la idea no creó al hecho en sí, sino que es una percepción (una abstracción racional) un descubrimiento de algo que existe previo a nosotros mismos y del cual procedemos inclusive. En pocas palabras: Salirnos del estrellato, ceder el mejor lugar, reconocer que no tenemos el rol principal del pedazo de creación que nos rodea, alejar el antropomorfismo, el egoísmo, la megalomanía, el egocentrismo.  Descubrir que podemos vivir BIEN sin considerarnos lo más dotado de la creación, descubrir que esa sobreestimación personal nos extrae de la creación, choca con ella, nos impide percibirla y nos aleja de Dios.
                Ahora bien, el hecho de que Dios pueda manifestarse a través del aire ¿Sería indicativo de que vive en él, o peor aún, de que Él es aire?  Cualquiera de sus manifestaciones (aunque sí tal vez todas juntas) no resuelve la gran pregunta de dónde vive Dios, de dónde está Dios.  Primero que todo, el concepto de “estar” es una abstracción racional del ser humano para con el espacio que le rodea, en un momento determinado de su vida.  La vida es un concepto humano, concebido en función de la muerte ¿Cómo hablar de vida si no hablamos de muerte?  Definitivamente, la vida y la muerte, el ser y el estar, son conceptos más físicos que espirituales.  Me parece que no podemos medir lo espiritual con unidades físicas (vida, muerte, ser o estar)  Es como si quisiéramos explicar las emociones desde la óptica racional, son dos cosas de naturaleza diferente, luego ¿Cómo expresar una en función de otra?   Es decir, ¿Podemos hablar de que Dios vive, si ni siquiera puede morir?  Tampoco podemos decir que está en determinado lugar.  Dios siempre está, Dios siempre es, y no podemos referirnos a él según nuestro antropomorfismo (error común en todas las religiones) Ni siquiera podemos referirlo en términos de tiempo, porque el tiempo es otra abstracción racional humana, como el ser o estar, vivir o morir, nombres, números, apodos etc.  Las abstracciones racionales son mecanismos que utiliza el ser humano para entender lo “no racional” que le rodea, un algo que lo es todo, y que (dada la individualización humana) le es proporcionalmente imposible de concebir en su totalidad  y simultaneidad.  Es decir, el tiempo sigue siendo uno solo, aunque lo dividamos en pasado, presente y futuro para poder “entenderlo”.En consecuencia, no podemos seguir buscando a Dios desde un plano físico o racional, porque Él es el plano… de allí la incapacidad de muchos de nosotros a la hora de concebirlo.  ¿Entonces, cómo saber dónde está?... Pues, sencillamente, vivimos dentro de Él.  Digamos: ¿Puede el hígado (el corazón, la próstata o el cerebro) suyo saber quién es usted???? Ahora, le aseguro que si el hígado, la próstata o el cerebro se enferman, su cuerpo habrá de saberlo, de sentirlo inmediatamente.  Definitivamente que “entender” la existencia de Dios se reduce a limitación de MESURA y ENFOQUE humano (nuestro)
Para entender  a Dios y el lugar donde está, es preciso entender la existencia de todo lo que existe o nos rodea (SU CREACIÓN) Claro que en comparación, el caótico cerebro humano es infinitamente pequeño para concebir semejante grandeza, pero aún así, el hecho de ser “infinitamente” (pequeño) nos da cierta ventaja en cuestión de “grandeza”, así que haré el intento de explicar lo que estoy pensando. Primero que todo habrá que dar por hecho que vivimos rodeado de muchas realidades a parte de la que tocamos (esto ampliará nuestro margen analítico)  Estas realidades son atenuaciones y diferentes tonalidades, decantaciones de la realidad que generó todo lo demás, naciendo del vacío (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”)  Esa realidad (primera voluntad) se concibió a sí misma sobre el vacío y generó los infinitos estados transitorios de todo lo que existe (lo que conocemos como creación)  En un momento determinado, todo el vacío será llenado (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”) dando inicio al proceso inverso, ya no de expansión sino de compresión, hasta volver al vacío nuevamente.  Este proceso de expansión y compresión, generación y degeneración, lo vemos a nivel micro simultáneamente ocurriendo en diferentes aspectos de la realidad humana (de nuestras vidas) en ciclos de repetición, iteraciones anidadas que conforman realidades convergentes, divergentes, cortantes, paralelas etc.
El proceso de expansión y compresión es eterno, una vibración que no para, porque es Dios manifestándose en sus tres estados (ver mi artículo “Los tres estados de Dios”) simultáneamente a nivel micro (el humano) y a nivel macro (el resto de la creación).  El vacío total se llena por una partícula de vida (favor ver mi artículo “El verdadero tamaño de Dios”) que se manifiesta en diferentes dimensiones de dicho vacío (favor ver mi artículo “La eternidad en un momento) que surge de una implosión previa (producida por la contracción total, seguida de un lapso de nada, de silencio y no tiempo)  Esa partícula es Dios viviendo a través de su creación, eterna e infinitamente.  El único “movimiento” que puede ser considerado “quietud”.  Como las aspas de un abanico en velocidad máxima, se mueven tan rápido que eventualmente pueden parecer una sola que no se mueve.  Como el hilo de humo que se forma del cigarrillo, un gas que adquiere aparente consistencia sólida. Pero el hombre, como tal, sólo puede concebir MOVIMIENTO O QUIETUD (sólo un estado por separado, sólo un estado a la vez)
Para expresar o entender a Dios hay que pensar, hablar, vivir, soñar, querer en MOVIMIENTO Y QUIETUD (los dos estados simultáneos, la dualidad contemplada en UNO) ¿Podemos?  Claro que sí, somos parte del SER y tenemos un enorme cerebro caótico (favor ver  mi artículo “La eternidad en un momento”) sólo tendríamos que quedarnos QUIETOS, no muertos (bajo los conceptos aquí escritos, la muerte y el nacimiento no existen, son una abstracción, un pedazo de algo que no hemos terminado de entender) Estamos en continuo movimiento (sin querer retrotraer la eterna discusión de Heráclito y Parmenides) primero crecimos luego envejecemos, sólo hay que tratar de frenar el movimiento.  En ese instante percibiremos a Dios en SU MORADA.  ¿Cómo?  No sé si tal sea el objetivo final y real de lo que algunos llaman “meditar”, pero para mí, que soy católico, pues diría que ORAR.  Tal vez no con palabras sino con silencio y quietud, sin forma pero con profundidad.   Como decía al inicio de este artículo sobre la Fe, hay “verdades” que siempre han existido y uno sólo las redescubre.  Todas las religiones del mundo, cada una a su modo, aceptan la oración como algún tipo de vínculo con sus respectivas deidades.  No lo digo yo, lo ha dicho la humanidad a lo largo de la historia.
¿Qué ganamos percibiendo a Dios? Pues, acercarnos a la fuente, reactivarnos, tocar nuestra naturaleza, ser libres, ser nuestra esencia, integrarnos a la creación.  Cuando uno saca un momento de tranquilidad, de paz, uno se renueva, se calma, se relaja, se restablece, percibe a Dios.  Observarán ahora que el mundo pareciera haberse “acelerado” ¿Por qué?  Porque a mayor velocidad es imposible percibirnos a nosotros mismos, al resto y a Dios.  En consecuencia, nuestra vida, nuestra energía se degrada y nos apartamos del Creador.   Un hombre acelerado, no tiene tiempo de pensar, de conocerse a sí mismo y a lo que le rodea.  Un hombre acelerado es fácilmente manipulable.  Un hombre acelerado es un esclavo, mero objeto de producción, y cede el control de su vida a un tercero.  El hombre que se percibe a sí mismo tiene el control de su vida y se acerca a Dios, es un hombre libre.  En consecuencia,  ¿Queremos saber dónde está Dios, percibirlo, queremos estar con Él, necesitamos “saberlo”, queremos VIVIR? pues, me parece que la respuesta es sencilla: OREMOS más.  Dios está en la oración.

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