La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

sábado, 4 de junio de 2011

El lado sublime de la comunicación (20 de Marzo de 2011)

En la vida existen dos tipos de personas, las que tienen más tendencia a irradiar ,y las que tienen más tendencia a recibir.  Esto lo digo yo, lo estoy inventando, no tiene nada que ver con ninguna filosofía antigua, ni religión alguna.  Las personas que irradian a veces no se dan cuenta de cuánto irradian, ni qué irradian, sólo lo perciben quienes tenga alrededor suyo (como el mal olor en las axilas)  Se puede ver un ejemplo clásico en ciertas mujeres embarazadas, algunas personas alrededor suyo llegan a percibir toda su sintomatología (vómitos, mareos, náuseas) Esta persona es del tipo que irradia, los otros son receptores.  Todas las personas se comunican entre ellas (o con el medio) no sólo mediante acciones, vocablos, palabras o gestos, sino también por emociones y “otras cosas intangibles”(Ejemplo, cuando despertamos segundos antes de que el despertador suene, cuando estamos pensando en alguien y aparece –o llama-, cuando tenemos una canción en mente y aparece otro silbándola o cantándola, personas que a simple vista nos caen bien o mal)  Solemos ser más “receptivos” o “emisores”  con aquellos que de una u otra forma, tenemos más cerca (familiares, compañeros de trabajo y amigos)  Como las antenas  para con las ondas de radio, a medida que nos alejamos de la fuente emisora, se pierde la señal.  De hecho, muchos de nosotros vivimos a una frecuencia determinada, preestablecida a “recibir” señales de cierto tipo de emisor (de cierto tipo de gente)  Y nuestra vida suele desarrollarse en función a ese tipo de gente (gente del mismo círculo social, laboral o personal)  Por otro lado, suele ocurrir que lo que recibimos  (y a quiénes recibimos) está estrechamente ligado a lo que emitimos y a quiénes lo emitimos (entendiendo que cada uno de nosotros emite y recibe simultáneamente, con cierta tendencia o polaridad a ser más receptivos que emisores, o más emisores que receptivos)  Todo este entorno constituye el lado sutil de la comunicación, vivimos inmersos en él y lo practicamos a cada rato voluntaria e involuntariamente.  

La comunicación va por encima de las palabras, dichas o escritas, e inclusive de los gestos, la comunicación es una expresión de todo ser vivo (y no exclusiva de los humanos) La única forma de no comunicarnos completamente, es estando muertos.  Nos comunicamos utilizando todo nuestro ser (no sólo con la boca o las manos) y a cada momento (no sólo cuando hablamos o escribimos) y a todos los que tenemos cerca (no sólo a los que tenemos más cerca)  La pregunta es: ¿Qué tan consciente estamos de lo que comunicamos, a quién se lo comunicamos, qué comunicamos, cuánto comunicamos, cómo comunicamos y para qué comunicamos???...  La comunicación va tan ligada a la vida, que si no nos comunicamos podemos morir.  La comunicación se asocia a centros vitales nuestros, tal y como trabaja el corazón o los pulmones.  Pero hay un detalle, el funcionamiento de mi corazón y de mí pulmón es asunto exclusivamente mío, no así la comunicación.  Al no estar consciente de mí mismo y de lo que comunico o de cómo lo comunico, puede romper mi relación con todo lo que me rodea.  ¿Qué ocurre si mandamos señales equívocas?  Pues, las personas nos verán de una forma incorrecta y las respuestas que obtendremos de ellas, serán equivocadas.  Es decir, si queremos que alguien nos responda algo adecuado, pues primero tenemos que hacerle la pregunta adecuada.  Y para hacer la pregunta adecuada, primero tenemos que estar claros con nosotros mismos y con lo que vamos a preguntar.

¿Qué ocurre con el ser humano actualmente?  Formula preguntas equivocadas, obtiene respuestas equivocadas, pelea (se defiende o ataca) a causa de las respuestas equivocadas, “duda de la validez” de su propio cuestionamiento y no entiende por qué le responden una cosa muy distinta a lo que quiso preguntar (recordemos que no es consciente de lo que preguntó)  De tal suerte nos acostumbramos a NO ESCUCHAR A LO DEMÁS, a no ser que digan lo que queremos oír.   Insistimos e insistimos en un punto, en tener la razón, en que “no nos escuchan”.  La pregunta es: ¿Hemos escuchado nosotros?  La respuesta es sencilla, sólo queremos escuchar lo que queremos escuchar, lo/los demás no existen.  Vivimos en un mundo de sordos, de gente hablando a otros que no quieren escucharlos, sino escucharse a sí mismos.  ¿Ahora pregunto, podremos oír bien el estallido de un reactor nuclear o el ruido sordo previo a un temblor, o las marejadas devastadoras de un tsunami, o las explosiones en Libia? ¿O será que en realidad las vemos sin oír, porque sólo queremos escuchar que Libia y Japón están demasiado lejos de Panamá?  ¿Pero acaso estarán lo suficientemente lejos, como para darnos el lujo de no escucharlas? El tsunami llegó hasta acá, las nubes radioactivas de Japón también… No sé por qué me extraña esta actitud nuestra, si hasta hace unos días tampoco queríamos escuchar las quejas de los indios, ni la de los intoxicados de la CSS  ¿Necesitamos oír el estridente grito de alguien muriendo, para ponernos a pensar que tal vez podamos morir de igual o peor forma?  Oímos sólo lo que nos place oír.  

Cuando uno aprende a comunicarse (NO A IMPONERSE) con lo que le rodea, asume la responsabilidad de estar “en línea” con lo demás y los demás, para bien o para mal.  Te alegras por y con el resto, sufres con y por el resto, siendo uno con el resto.  Esta actitud la practicamos en cierta forma hacia nuestros seres queridos, pero la atenuamos en exceso hacia el resto de las personas y del mundo. Entre tanto intentamos transformar a nuestros conocidos y seres queridos, en extensiones de nuestro EGO (antropomorfismo extremo, irrespetando el libre albedrío mental, físico y emocional)  El EGO puede terminar siendo el enviciamiento de uno para con uno mismo, o simplemente la falsa imagen que proyectamos a los demás.  Dado que comúnmente andamos desorientados, es decir, pensamos una cosa, queremos otra, decimos otra y hacemos otra, le COMUNICAMOS al resto de las personas una proyección demasiado inestable de lo que en realidad somos.  Les entregamos un ser extraño que no es lo que dice ser, oculta sus sentimientos, tiene pensamientos antagónicos y reacciona no pocas veces a la defensiva u ofensiva.  Por otro lado ¿Cómo vamos a COMUNICARNOS con el resto, si no sabemos cómo interactuar con nosotros mismos?  ¿Cómo ser solidario con los demás, si no sabemos qué somos, ni qué queremos ser?  Nos pusieron sobre la tierra y nos dieron cinco sentidos.  ¿Cinco sentidos para qué? Para percibir lo que nos rodea, comunicarnos e interactuar con el entorno.  Si nos comunicamos erróneamente, la retroalimentación del medio para con nosotros será igualmente equivocada.  De una u otra forma, el medio (y nosotros mismos) terminará (terminaremos) atentando contra nuestra supervivencia, en deterioro profundo de nuestra calidad de vida.  Así es cómo el ser humano, tratando de hacer su vida más fácil, la vuelve aún más difícil.  

Si se fijan, todo parte de algo que estamos haciendo mal y que enviamos mal (consciente o inconscientemente) al resto de las personas.  Eso se llama, ignorancia para con uno mismo, ignorancia para con los demás  e ignorancia para con lo demás.  Hay que eliminar las interrupciones de uno para con uno mismo, es decir, domar al EGO.  Al ego se le doma, curiosamente, eliminando el concubinato de nuestra concupiscencia (y debilidades) para con el resto de nuestro entorno (personas o cosas)  Dejar de vivir supeditado a los demás sin vivir en contra de ellos, sino con ellos.  La concupiscencia y nuestras debilidades nos atan y someten a nosotros mismos, luego en consecuencia nos someten  a los demás (cónyuge, jefe, pastor, compañeros, amigos, enemigos) y a lo demás (dinero, trabajo, sexo, alcohol, drogas)  Detrás de todo este mundo sensorial, emotivo y mental que nos hace contrariar (en lugar de convivir con el resto de las personas) muy a través de nuestros temores, debilidades y placeres existe un ente rector, que todos tenemos pero con el que nadie se COMUNICA, nuestro espíritu.  Él es quien pone en orden la casa, pero, entre tantas capas de carne, emoción y pensamientos, pues, lo enterramos.  Él sale a flote cuando estamos cerca, percibimos o intuimos su real fuente: Dios.  En cierta forma, mientras más nos alejemos de esa fuente, más lo enterramos a lo interno nuestro.  Claro está que el EGO negará su/SU existencia, y nos dirá o nos hará ver que somos suficiente mental, física y emotivamente ¿Es así?  ¿Será que la humildad de reconocer que NO SOMOS SUFICIENTE, la humildad de reconocer que “siempre hay ALGO más” vacunaría a los demás y a nosotros mismos, de nosotros mismos? 

Siguiendo la trinidad existencial, cada cosa existente tiene tres formas básicas de ser: Una interna (preexistencia) y otra externa (existencia) conformando la dualidad, y un tercer estado transitorio al pasar de una forma  a la otra.  La comunicación externa es un reflejo de la comunicación interna, en el intermedio estamos nosotros sufriendo entre lo interno y lo externo (es el tercer estado, rabia, frustración, dolor)  La comunicación interna es la que mantenemos con y hacia nuestro ser interno, nuestro espíritu (que a su vez es un reflejo de cómo nuestro espíritu se comunica con Dios) La externa es la comunicación que mantenemos con y hacia los demás.  Arreglemos la interna y luego fluyamos indistintamente, en cualquier dirección, del interior al exterior o del exterior al interior de nosotros mismos, sin discordias ni choques dolorosos (Fluyendo de los demás hacia nosotros y de nosotros hacia los demás)

No hay comentarios:

Publicar un comentario