La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

lunes, 6 de junio de 2011

El desequilibrio… ¿Ser uno, o ser especie?

¿Qué tanto debe interesarnos la opinión de los demás?  Tal vez yo sea algo más egoísta que el común de las personas, pero siempre me ha importado muy poco lo que los demás piensen con relación a mi persona (siempre y cuando no dañe a nadie con mi actitud)  Me importa mucho más molestar a alguien, causar un conflicto innecesario o peor aún, lastimar a alguien que no lo merezca.  Digo  “a alguien que no lo merezca” porque obviamente estoy demasiado lejos de la máxima cristiana de “ofrecer la otra mejilla”.  Tengo que ser honesto, me preocupa muy poco si los demás guardan algún tipo de dolor, encono, rabia o resentimiento hacia mi persona (reitero, que no haya generado intencionalmente)  No limito mis acciones al sentimiento de terceros, a menos que se trate de algún familiar cercano, amigo o conocido importante en mi vida.  Frecuentemente encuentro personas que me tuercen los ojos, hacen lo posible por “ignorarme”, tratan de afectarme en acción u omisión haciendo notar (por todos los medios) su encono hacia mi persona.  Si ellos supieran lo poco que me importa su estado anímico, tal vez dejarían de perder el tiempo en “berrinches”.  
Yo trato de ir por la vida sin incomodar a nadie, pero cuando descubro que estoy haciendo algo “fuera de la regla”, trato de corregir por cuenta propia (sin acción de un superior) para “regresar y mantenerme en mi espacio”.  Pero de ocurrir lo contrario, que estando yo en “mi espacio” llegase otro  a retar mi paciencia, REACCIONARÍA.  Supongo que sería mucho más fácil vivir en una isla, lejos de la humanidad restante (los que no me son afines o allegados) pero eso es imposible.  Y estoy seguro de que ni aún así, me libraría de los conflictos.  Si tan sólo pudiéramos vivir dentro de nuestros límites, preocupados por el bien general, pienso que individualmente nos volveríamos mejores seres.  Es decir, sin intentar ser “el genio” “el más fuerte” “el más valiente” “el héroe” “el anormal” “el superdotado” “el santo” “el maldito” y así.  Pienso que la vida sería mucho mejor si, humildemente todos ocupáramos el lugar que nos ha tocado vivir, no deseando (ni sintiéndonos) ser más o ser menos por ello.  

Hacer especie es un trabajo en conjunto, y pienso que se viviría mejor si cada hombre aceptara con humildad, que es otro animal sobre la faz de la tierra… no el mejor, ni el menos importante. Si todos viviéramos por igual, pienso que no hubiera necesidad de mártires, ni de sádicos, ni de reyes, ni de pobres, pienso que sólo seríamos humanos, simplemente humanos. ¿Es muy difícil aceptar la simplicidad de la vida? ¿Es muy difícil renunciar a los protagonismos, para que cada uno actúe la escena que humildemente le ha tocado vivir?    

Hay personas que tienen el umbral de tolerancia y la autoestima muy averiada, y lo peor es que tampoco son conscientes de ello.  ¿Hasta cuándo vamos a vivir supeditados a la reacción emotiva de los demás? ¿Hasta cuándo vamos a vivir supeditados a la aprobación o desaprobación de la familia, los amigos, moda, enemigos o desconocidos? Si quitáramos “el razonamiento” al cerebro humano, como especie seríamos menos eficientes que las hormigas y las abejas.  Pero, si fuéramos igual de eficientes, con un cerebro pensante, pues… como especie seríamos verdaderamente especiales.  Especie especial, así como suena (no un grupo de personas especiales, como actualmente nos hemos planteado)  Sin embargo, hemos preferido limitarnos como especie, para “adormecernos”  en el  individualismo.  Los egos demasiado GRANDES están matando de hambre a una parte de la población, están asesinando a otra, y mantienen esclavizada a otra (con préstamos y falsas expectativas de vida)  Los egos demasiado pequeños refuerzan a los egos demasiado grandes, y así se repite la dramática cadena del pez grande comiéndose al pez pequeño.  

Tal vez esté pecando de indiferente, con esa actitud de “siempre que mi indiferencia no dañe a nadie…”.  ¿Pero por qué hay personas que se resienten en silencio? ¿Será por la misma razón por la cual a mí no me interesa saber si se han resentido?  Estoy aprendiendo a ser cada vez más consciente de mis acciones, lo cual no implica andar pendiente de todos los resentidos.  Que se resientan no es mi problema, o ¿Tal vez sí? ¿Debería andar por allí preguntándole a cada uno si está de “buenas o malas” conmigo?  Ahora bien, ¿Es muy difícil pedirles a las personas que se deshagan de todas las emociones (positivas o negativas) que las atan a alguien, y se dediquen a hacer lo que les toca a cada momento en función de la especie (del humano en general)?  Si tal vez fuéramos (me incluyo) un poco más consciente de lo que hacemos, cuándo lo hacemos, cómo lo hacemos, dónde, para qué, para quiénes y por qué lo hacemos…no tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué hay tanta gente resentida, o exageradamente feliz en la vida?   Para la gran mayoría de nosotros,  esto nos resulta más que imposible porque hemos crecido bajo la óptica individualista.  Sin embargo, al poner en riesgo el planeta (tal y como está ocurriendo) vamos a tener que dejar el individualismo y empezar a pensar en función de especie.

 Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo de extremos, en el cual la paz no tiene cabida, el equilibrio es considerado un acto de mediocridad, y los extremos son idolatrados.  Extremos al beber, extremos al fornicar (se admira al más promiscuo) extremos al trabajar (se admira al vago, o al súper eficiente, no al constante, ni al que hace su trabajo bien y sin extralimitaciones)  Digo esto porque cada vez que alguien da “la milla extra” hay uno u otros que hicieron nada, y uno u otros haciéndose excesivamente ricos tras bastidores.  Sin contar la posible existencia de una sufrida familia, con papá y/o mamá secuestrados por el trabajo.  Hemos creado un mundo en el que los papás se siguen ausentando de casa, esta vez no por irresponsables, sino por excesivamente responsables.  Todo esto sin considerar la cantidad de fármacos y químicos que hemos puesto a circular en nuestra vegetación, en nuestra comida y nuestra sangre.  Vivimos en un planeta sobre estimulado, en una tierra desequilibrada.  Lo cual se puede apreciar fácilmente en la pésima distribución de las riquezas (refrendados por el capitalismo, y más aún el capitalismo salvaje)  Lo vemos en los canales de televisión, mientras unos hablan de terribles matanzas o desastres, otros hablan de frivolidad y banalidades. Lo vemos en el mismo noticiero, pasando de una noticia trágica a otra vacua.  Lo vemos en aquellos que piensan que algunos nacieron con más derecho que otros, y justifican la desproporción, sin entender que la desproporción rompe con el equilibrio natural, y atenta contra la vida de la especie (inclusive la de ellos mismos)  

Definitivamente que para EVITAR ENTENDER, concebir y reconocer que vivimos desequilibrados, hemos creado todo un CULTO al desenfreno, vinculándonos románticamente a los extremos.  La cultura del todo o nada, la cultura de lo radical, de lo súbito, de lo inminente, de la impaciencia, del cero error, de la calidad total, de la globalización.  Y tenemos que vivir sobre estimulados, ¿Sobredosificados? Vivimos en el borde, cada vez más rápido, cada vez más acelerados y SUFRIDOS.  El sufrimiento que genera este estilo de vida no es más que: CULPA, porque en el fondo sabemos que vivimos en desequilibrio.  En el fondo sabemos que el día que no podamos “equilibrarnos en el extremo” la sociedad nos echará a un lado como seres despreciables (aquí es donde vuelve el asunto del “ser aprobado por otros”)  

Los extremos en la vida humana, debieran existir a manera de guía, de orientación, de marco para ayudarnos a percibir naturalmente la media (la justa medida) en cualquier acción.  La media es no tener más, ni tener menos, sólo lo justo y necesario, rechazando el extra que seguramente les falte a otros.  ¿Cuántas personas habrá en el mundo con teléfonos inteligentes y sin alimentos?  Desde luego, un teléfono es imprescindible para mantenerse comunicado pero… ¿Es más importante mantenerse comunicado que comer?  Luego, para mantenerme comunicado no preciso de un teléfono inteligente, a lo sumo un teléfono público cerca (que funcione y usuarios conscientes) y una moneda.  O un teléfono fijo, o un teléfono celular barato.  Parece que hubiera una inversión de valores generalizada, parece que la humanidad se hubiera olvidado de ser humano para autodestruirse.  

                Sí, debo prestar mayor atención a esas personas que se disgustan (o se enamoran) solas.  Y ellas deben buscar la forma de dejar de buscar en otros, lo que no han encontrado en sí mismas y en Dios, mediante berrinches, ira o demostraciones excesivas de cariño.  Tal vez todo se trate de aprender a vivir más humildemente, pero más consciente de uno mismo, de Dios, de lo demás, de los demás y del tiempo que nos haya tocado vivir a cada instante.  Entendiendo por instante, la fracción de vida que separa al ser de lo que será, y lo que separa al ser de lo que fue.  Es decir, Dios en movimiento.

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