La vida es...

La vida es un regalo divino, no un préstamo humano.

sábado, 4 de junio de 2011

Los caminos seguros del razonamiento (1 de Marzo de 2011)

¿Hasta qué punto el conocimiento, en lugar de liberar esclaviza?  Una persona me enseñó hace muchos años que el hombre ignorante era presa de su propio miedo, miedo a lo desconocido (creaba dioses o mitos sobre todo lo que no podía entender)  Era preciso “saber” entender, para luego ser libre.  Es definitivo que existen ciertos conocimientos que demandan algún tipo de responsabilidad, que ata al conocedor a sí mismos, irremediablemente.  Tal es el costo de “abrir los ojos”, pero no me refiero a ese caso, no en este escrito.  El tema que me atañe hoy es mucho más sencillo.  Replanteo el caso con el siguiente cuestionamiento ¿Hasta qué punto algo puede ser considerado mediocridad (no querer aprender más) y hasta qué punto puede considerarse satisfacción personal (no me interesa conocer de aquello, porque poseo algo mejor)? ¿O, hasta que punto saber más se convierte en un mecanismo de tener más (reconocimiento, dinero o poder)?  Pienso que la respuesta es bastante obvia, cuando el conocimiento se traduce en desarrollo personal, jamás debemos darnos por satisfechos y siempre será bueno.  ¿Qué es desarrollo personal? digo yo que “desarrollo personal” es la evolución del individuo como persona; todo lo que sea sano para el individuo, no así para su carnalidad, ego o concupiscencia.  Lo que ocurre es que uno confunde los conceptos, y generalmente confundimos lo que somos con lo que sentimos, o queremos sentir, o pensamos.  Desde luego, nadie quiere sentirse mal, y desequilibramos la ecuación, deseando cada vez estar más cómodos con nuestras sensaciones, con nuestra sensualidad, con nuestra carnalidad, o con nuestra mente.  Es como irse al otro lado de la balanza y querer vivir montado en un extremo, retando al equilibrio natural de las cosas, y a las fuerzas que lo mantienen.  Es decir, el conocimiento ahora se ha vuelto la herramienta más útil para mantener al ser humano cómodo, cómodo en lo carnal, en lo emocional, en lo mental, en su concupiscencia.  Estamos frente a un conocimiento que crea humanos adictos a sí mismos, a su comodidad, y me parece que ese tipo de conocimiento estanca, esclaviza.
                No sé si esté en lo correcto, pero la diversidad hace que el hombre piense, pero le cuesta “adaptación”.  Contrastarlo contra múltiples versiones de cosas diferentes, nos obliga a utilizar el cerebro en la plenitud de su naturaleza caótica.  Sí, la naturaleza del cerebro humano es perfectamente caótica, de hecho porque vivimos en un mundo caótico.  La magia reside en unificar, descubrir el orden, rehacer el orden; así ha sido hecho el humano a imagen y semejanza divina, en su capacidad de crear, crear el orden del caos, o el caos del orden.  Lo que sí no podemos hacer, y eso sólo lo hace Dios, es crear el caos, el orden, o algo de la nada absoluta.  Por ejemplo, cada ser humano debería poder ver dos veces la misma cosa al mismo tiempo, porque tenemos dos ojos, sin embargo vemos una sola cada vez.  El cerebro unifica ambas imágenes y saca una sola; pero si perdemos un ojo no quedamos ciegos, sencillamente vemos por el otro (aunque perdamos perspectiva, profundidad)  Así funciona el cerebro, así funciona la naturaleza caótica del cerebro, que utilizamos desde que nacemos, en los procesos más primitivos ligados a la supervivencia, el cerebro (y los demás centros nerviosos asociados) establecen un orden de procesos fisiológicos, biológicos que finalmente denominamos “vida”.  Cada vez que despertamos, abrimos los ojos, estamos reconociéndonos como una especie de “suborden” dentro de un orden mayor, que, para muchos podrá conocerse como caos eventualmente hablando.  Yo no soy biólogo ni físico,  y pido mis disculpas a todos ustedes si me paso de ignorante al respecto.  Si no hay diversidad, si la linealidad nos impide pensar en diversas direcciones, pues estaremos viajando en contracorriente al verdadero conocimiento y a favor de la ignorancia. Allí nace la verdadera mediocridad, la que no permite que el humano se desarrolle (por cuestión de ego o comodidad) en función del contraste, en comunión con la diversidad, apreciando a la creación y al Creador.
Los modelos educacionales actuales, más que educar proponen formas de entrenamiento.  La educación lleva al sujeto a desarrollar métodos nuevos montándolo en el conocimiento, el entrenamiento encierra al sujeto en un método único limitando su conocimiento, supeditándolo al objeto en aprendizaje.  Es decir, muere el objeto, muere el aprendizaje, muere el maestro, muere el discípulo (en sentido figurado)    Tal es el riesgo de “mecanizar” la educación repitiendo las mismas clases, los mismos ejercicios, que a su vez son extraídos de los mismos libros, sin darle oportunidad al individuo de que se equivoque,  descartando la posibilidad de crear algo nuevo. Sobreestimando al éxito muy por encima del fracaso.  Tal es un punto ciego de la sociedad actual, idealizar al éxito, denigrando al fracaso.  No se enseña a las personas a lidiar con los fracasos, ni a sacar provecho de los mismos. ¿Cómo hacerlo, si no se le da importancia al fracaso ni al fracasado? Creamos personas huecas, débiles, no fortalecidas, ni en capacidad de fortalecerse ante la derrota.  El éxito y el fracaso son dos caras de la misma moneda, y son dos procesos naturales del aprendizaje, sin embargo, nuestras instituciones actuales quieren formar individuos desproporcionados, que sólo aspiran y viven del éxito.  Considerando al ser humano imperfecto, desde una óptica real de la naturaleza humana, no podemos enfocarlos exclusivamente al éxito, sino enseñarle a lidiar con el fracaso de igual forma.  Eso es crear falsas expectativas, ilusiones, contribuir al aceleramiento personal, al desenfreno individual que ha hecho que esta humanidad se vuelque a las drogas (en cualquiera de sus formas) a la violencia (en cualquiera de sus formas) y a la desesperanza (en cualquiera de sus formas)   He visto maestros glorificar “el apego a un método prescrito”, más que apreciar la creación de nuevos métodos que conduzcan al mismo o a mejores resultados.  ¿Por qué?, porque esto ofende al ego del instructor, del  supuesto maestro y de los supuestos maestros del supuesto maestro, aceptar como un hecho la posibilidad de que uno o varios de sus discípulos los superen, superen o reinventen métodos diferentes a los suyos o a los de sus maestros (¿Serán estos, maestros de verdad?)  Pero es mejor, es más fácil y más práctico no reinventar la rueda, sino partir de ruedas ya creadas para inventar otras cosas.  Este es un argumento que yo defendí durante mucho tiempo, pero que ahora reconozco como una de las peores falacias de la educación moderna.  Para el crecimiento acelerado, el capitalismo salvaje, y la psicosis de productividad actual, claro que es mejor no reinventar la rueda, tenemos que producir humanos entrenados rápidamente, para que pasen a ser parte de mi gran masa productiva, aunque tal vez dicha productividad no redunde en beneficio de ellos mismos (ni en salario, ni en descanso)  Está bien, no reinventemos la rueda, pero… ¿Hasta qué punto vamos a seguir creando modelos de educación enlatada?  ¿Será bueno que nuestros niños sepan llegar al último nivel del más reciente video juego, antes que aprendan a amarrarse bien los cordones? Hay que educar a las personas, no entrenarlas.
Ir por los caminos seguros del razonamiento genera una forma de pensamiento cómodo, que es el verdadero causante del estancamiento humano.  Esta forma, definitivamente se basa en un estado natural de la materia, el estado de reposo.  No digo que sea totalmente malo, lo que digo es que sumirse en él, es definitivamente malo.  Hacia allá nos dirigen, hacia el mínimo grado de esfuerzo físico, mental, emocional o espiritual.  Esta forma de conocimiento insano, que replican varias escuelas a lo largo de la vida humana (personal y profesionalmente hablando) de pensar en un solo sentido y abolir todo lo que suene diferente, es la escuela que ha mantenido a la humanidad creciendo hacia la autodestrucción, ya sea a manos de la violencia o a manos de la inactividad.  No aceptar el riesgo, no tener la madurez necesaria para asumir errores, el temor infantil a la burla, el terror al descrédito social nos hace ir por donde alguien más fue, alguien de “mayor peso”.  ¿Qué le ocurre al ser humano mentalmente, en un estado así?  Es como los parientes que se casan entre ellos mismos, ideas que coexisten con otras muy semejantes, pues tarde o temprano, generan una mutación indeseable que atenta contra su propia evolución, contra su propio desarrollo (pensamiento involutivo)  Ante un punto así, la ley evolutiva (la que fuerza a todo a moverse) crea situaciones que obligan al ser humano a “abrir su mentalidad”  generando nuevos modelos de pensamiento.  Dicha contraposición  casi siempre es contra supervivencia, es decir, los caminos seguros del razonamiento nos dirigen a un colapso racional existencial, del cual, para librarnos, vamos a tener que ser excesivamente creativos, o perecer.
Dicho de otra forma, ya concretizando el concepto, el humano que estudia para tener varios títulos y ejercer una profesión que le remunere bastante bien (ignorando todo aquello del gusto y la vocación) puede no estar en un mal camino, depende de cómo utilice el fruto de su esfuerzo intelectual.  El exceso de ganancias económicas, casi siempre nos lleva a vivir “con más y mayores comodidades”.   Consentirse de vez en cuando no es algo malo, el problema ocurre cuando este asunto de “consentirse” se vuelve en una obsesión creando cierta dependencia (vicio)  Si hay algo interno que nos molesta, por más ropa que nos echemos encima, no vamos a poder taparlo.  Conseguiremos evadirnos, pero jamás solucionar el problema.  Ese es el punto en el que está sumida la humanidad, que ha generado y sigue generando su propio tormento.  Vivimos para estar cómodos y estamos cómodos para poder vivir.  Los caminos seguros del razonamiento impiden que nos relacionemos con personas de pensamiento opuesto o distinto, porque atenta contra nuestra comodidad intelectual-emocional, y automáticamente se identifica a la persona o a su idea como un riesgo de supervivencia (falso temor) e inclusive surge el asunto del descrédito social (presión de grupo a nivel adulto)  Así vivimos, dentro de un área de comodidad tremenda, que no constituye mayor reto.  Nos hacemos esclavos de nosotros mismos y sufrimos por ello, y vivimos para someter y ser sometidos, y pensamos como seres sometidos e ignorantes, como esclavos ignorantes.  Si mis títulos me han llevado a tener dinero, y el dinero me crea dependencia a la infinidad de bienes materiales que poseo, aún teniendo que aguantar situaciones excesivamente denigrantes en mi vida profesional o personal, pues, mi conocimiento no es un conocimiento que libera, sino un conocimiento de esclavitud, aquel conocimiento que me esclaviza al resto a través de mí mismo. ¿La solución?... ¡Renunciar! Pero no renunciar por renunciar (por huir, por no discutir, por no polemizar) sino renunciar a uno mismo en función del resto existente, de la creación y del creador.  De eso hablaré en otro escrito.
 

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